Este artículo está dedicado a Jorge Rodríguez Grau y Carmen Aída Carrasquel
que me ofrecieron los estímulos necesarios para poder reflexionar y avanzar sobre estos
temas.
Un derrame no es una novela, es un drama humano
“El factor humano” es el nombre de una novela publicada en 1978 por el
escritor inglés Graham Greene. En ella se narra la historia de un personaje de
escasa importancia que trabaja para el servicio secreto británico y es
sospechoso de filtrar información confidencial.
El eje de la trama habla del hecho de que, aún en una organización fría e
implacable, dirigida al espionaje entre países, sus resultados dependerán de las
historias privadas, deseos y emociones de las personas que forman parte de esa
institución.
El nombre de esa novela, me ha venido rondando como consecuencia del
derrame petrolero en el río Guarapiche y sus graves consecuencias posteriores (ver aquí una reseña sobre el caso).
Lo que me llevó a pensar en el tema, es el hecho que, debido a la desinformación que rodea a este suceso resulta muy difícil hacerse una idea clara de las causas y consecuencias del evento, y la sospecha que detrás de todo esta situación indefectiblemente está el "factor humano".
Para tratar de entender un poco mejor esta situación, intenté recorrer el camino que debían seguir los procedimientos de gestión ante contingencias, basado en la información disponible en los medios de comunicación y la Web.
El procedimiento estándar en un Plan de Contingencia (que rogamos al cielo
exista y que se esté implementando de manera efectiva) exige la realización de
una investigación minuciosa sobre las causas que generaron el incidente y de los
procedimientos utilizados para darle respuesta al mismo. Esta técnica permite
tomar medidas correctivas y preventivas que disminuyan las posibilidades de
ocurrencia de un evento similar.
En este caso, sería necesario incluir dos niveles de causas: Las que
originaron el evento inicial (el derrame) y las que posteriormente a la fuga inicial generaron que el mismo alcanzara una dimensión tal que se convirtiera en un desastre
ambiental.
Detrás de cada desastre siempre está la gente
Revisando la información disponible, he encontrado diversas causas que se
han presentado como posibles generadoras del evento. Estas razones han sido
suministradas por diversos representantes de instituciones (por cierto, menos de
la propia operadora o de expertos e investigadores locales)
Las causas sugeridas más comunes son las siguientes:
- Fallas de diseño. Según esas explicaciones, las instalaciones donde ocurrió el accidente no debieron construirse en un sitio tan cercano a un río importante, provocando que un accidente se convirtiera en desastre.
- Fallas en los sistemas de gestión. Esta explicación incluye varios tipos de situaciones, que incluyen la posible falta de mantenimiento de las instalaciones y equipos, así como de los sistemas y equipos de control y seguridad adecuados. También comprendería la ocurrencia de posibles errores, omisiones o ausencias en las prácticas de monitoreo y control, así como de los procedimientos de emergencia que debían implementarse al ocurrir el evento.
- Fallas en la capacitación del personal. En este caso se habla de la aparente falta de preparación por parte del personal que debía implementar de manera oportuna y efectiva los procedimientos de respuesta contemplados en el plan de contingencia.
- Falta de conciencia ambiental. Esta razón implicaría que los organismos y personas involucrados en este hecho, habrían actuado como si no les importara las consecuencias ambientales de sus acciones.
Las primeras tres causas representan aspectos comunes en la mayoría de los
programas de gestión de seguridad industrial, ambiente e higiene ocupacional en
muchas empresas en todo el mundo.
El problema con estas explicaciones, es que dejan de lado el
elemento principal que las atraviesa a todas, y que se convierte en la razón
última: El factor humano. Este es el componente de la ecuación expresado en la
última de las razones indicadas: la falta de conciencia ambiental.
No tenemos ninguna manera de conocer el nivel de conciencia de las personas que debían tener responsabilidades específicas en el sistema de gestión ambiental de la empresa. Pero la manera como ocurrió el hecho y cómo se
enfrentaron las situaciones que se generaron, así como las explicaciones que se han
venido dando a partir de ese momento, parecen hablar muy claro: El tema
ambiental – y sus consecuencias a largo plazo sobre la población – no parecen
ser importantes para esas personas, o al menos es mucho menos significativo que
las consideraciones políticas del momento.
Esta situación es mucho más grave que la existencia de fallas e
insuficiencias en los temas de ingeniería de diseño, procedimientos de control y
planes de contingencia, así como en la capacitación específica del personal operativo. Todas ellas son superables en una empresa que considere
importante la conservación ambiental como una política fundamental que guíe su
acción. Pero, sí esta conciencia no existe, toda acción de protección ambiental
será mero maquillaje.
Hacia una cultura de la responsabilidad ambiental
Llegados aquí, podemos preguntarnos sí será posible que las personas que
forman parte de una empresa u otra actividad humana, pueden transformarse de
manera individual y colectiva en factores positivos de cambio hacia desempeños
superiores – en este caso ambientales, que sean garantes de la responsabilidad ambiental de su organización.
Si la respuesta es afirmativa, la pregunta se convierte en: ¿cómo podemos
incidir sobre las personas, de tal manera de promover su avance hacia niveles
superiores de desarrollo de tal manera que piensen y actúen permanentemente de
manera consciente y responsable?
Lo anterior implica cambiar el foco hacia los procesos humanos
relacionados con la valoración de la conservación del ambiente como un valor
ético superior y de la motivación para participar de manera efectiva y
permanente en la solución de los problemas existentes.
Para trabajar estos temas, la clave es la educación. Podríamos, a mi gusto,
llamarla educación ambiental.
Pero esa educación no es esa que se dedica a enseñar nociones básicas de
ecología. Ella es en muchos casos inútil, ya que aprender algunos conceptos no
ayuda a las personas a sentirse parte de la trama de la vida y a hacerse
responsable de sus acciones dentro de esa red.
Tampoco hablamos del equivalente a la capacitación técnica del personal.
Sin duda, ésta es necesaria, pero no suficiente. Capacitar en el uso de algunas
técnicas puede ser útil para desarrollar habilidades para actuar de manera
correcta, pero no cambia la manera de pensar y actuar de las personas.
Estos dos enfoques educativos son solo piezas de un rompecabezas mucho más
grande y complejo, y por sí solas no nos enseñan el camino para
avanzar.
La educación de la que hablo tiene que ver con un rasgo muy particular de
los humanos: Nuestra necesidad de darle sentido a todos los aspectos de nuestras
vidas.
Por ello, la educación que necesitamos es una que nos estimule a explorar y entender el
verdadero sentido que tiene la protección ambiental, que es la búsqueda de una vida
personal, comunitaria y global cada vez más sana, segura, satisfactoria y digna,
en un mundo cada vez más diverso, productivo y fecundo. Y que apoyar este
propósito es una obligación ética ineludible de todas las instituciones,
empresas y grupos humanos.
Aquellas empresas que logran entender su responsabilidad y contribución a
este propósito, se convierten en factores de cambio positivo, tanto en el área
de acción de la empresa, como en la comunidad que le rodea.
Estas organizaciones resultan no sólo socialmente más responsables, sino
probadamente más exitosas y económicamente sustentables.
Cómo convertirse en empresas ambientalmente responsables
El primer paso para avanzar en este sentido es el desarrollo de políticas
empresariales que establezcan el compromiso ineludible en convertirse de manera
sistemática, permanente y efectiva en una empresa ambientalmente
responsable.
Esas políticas llevarán a la incorporación de procesos de mejoramiento de
la gestión ambiental incorporados a todos los componentes y niveles de la
empresa.
Paralelamente a estas acciones será necesario iniciar un programa de
formación de todo el personal de la empresa en todos sus niveles.
La formación que será necesario implementear, aún cuando incorporen temas de
capacitación técnica específica, su centro estará en el desarrollo de procesos
educativos y comunicacionales dirigidos a alinear los valores individuales de
cada uno de los miembros de la empresa con los valores y política ambiental de
la empresa.
Tal acción se lleva a través de la creación de conexiones cognoscitivas y emocionales que le den sentido humano y personal a esas políticas, estimulen a los empleados a incorporar esos valores tanto a sus trabajos como a sus vidas, así como, a participar de manera efectiva y continua en la implementación y mejoramiento de todos los procesos de gestión ambiental de la empresa.
Tal acción se lleva a través de la creación de conexiones cognoscitivas y emocionales que le den sentido humano y personal a esas políticas, estimulen a los empleados a incorporar esos valores tanto a sus trabajos como a sus vidas, así como, a participar de manera efectiva y continua en la implementación y mejoramiento de todos los procesos de gestión ambiental de la empresa.
El proceso de formación no ocurrirá en un evento único educativo, si no a
través de un programa continuo e integral que incluya programas de formación
sistemáticos, así como estrategias comunicacionales y de reforzamiento
permanente.
Los resultados de estos procesos donde se han realizado de manera efectiva, son impactantes. Ya que la empresa no sólo mejora en el cumplimiento de sus obligaciones legales en materia ambiental, si no que se transforma en una referencia y en un líder que motiva a otras empresas, organizaciones y comunidades a actuar de manera responsable.
Si todo esto estuviese ocurriendo en PDVSA, estoy seguro que el accidente de Guarapiche podría haberse evitado o al menos minimizado.
P.S. En estos días en Twitter se puso de moda la etiqueta
#NoticiasDelFuturo así que podríamos aún soñar con esta noticia del futuro:
“PDVSA reconocida como la corporación energética que más ha contribuido con el
mejoramiento ambiental de su país” Creo que este sueño no es sólo posible, si no que es una necesidad
Felicitaciones. Es necesario que veamos la Educación Ambiental como parte de la gestión ambiental y como parte de la vida. Pero, también debemos estar claro que no es "agregue agua y listo". No hay efectos instantáneos.
ResponderEliminarMe parece muy acertado tu planteamiento, centrado en el factor humano, tantas veces desconocido y olvidado y tan importante para lograr cambios reales en la vida cotidiana de las personas y de las empresas. Sin contar con la Educaciòn Ambiental no es posible lograr una sociedad sustentable.
ResponderEliminarhttp://culturayambiente.blogspot.com