13 mar 2018

La naturaleza como enemigo público: Cuentos de la iguana insurrecta





Muchas culturas concibieron la naturaleza como un enemigo. El mundo natural estaba lleno de monstruos aterradores, fenómenos catastróficos, plagas y calamidades. Los humanos temían a su poder y no entendían sus designios ni reglas.

Era necesario protegerse: Por ello construyeron ciudades, murallas, culturas, dogmas y religiones que pusieron límites entre lo humano y lo natural.

Con el paso del tiempo, los humanos aprendimos, hasta cierto punto, a leer la naturaleza. Determinamos sus patrones y dedujimos sus leyes. Pudimos usar los lenguajes de la ciencia para representar y prever sus dinámicas. Describimos, mapeamos, analizamos y modelamos. Fuimos capaces, dentro de ciertos límites, de planificar y gestionar nuestro entorno, incluso de hacernos menos vulnerables  a sus momentos de furia.

Ciertos enfoques contemporáneos buscan avanzar aún más en la comprensión del mundo natural. Ellos parten de reconocer la conexión inseparable de la naturaleza con los humanos, así como de la necesidad de entender y respetar las dinámicas naturales y trabajar con ellas. Esta perspectiva permitiría avanzar hacia sociedades prósperas, sanas y equilibradas.

Pero ahora en Venezuela renacen los viejos temores e ignorancias. Ya toda lluvia es una catástrofe, toda sequía es destrucción, toda acción responsable es soslayada, ignorada, negada.

Incluso están siendo relegados los conocimientos tradicionales sobre las condiciones ambientales del territorio venezolano. Son olvidados neciamente los desastres previos y se vuelven a cometer los mismos errores. Las condiciones ambientales son forzadas hasta el colapso.

Ahora ministros sin vergüenza usan la naturaleza como excusa, como enemigo, como elemento subversivo y terrorista.

Venezuela tuvo hasta hace poco un excelente servicio eléctrico que cubría prácticamente el territorio nacional. El mismo fue construido sobre la base de la explotación de nuestras propias capacidades de producción hidroeléctrica.Como consecuencia de esa acción, el servicio de electricidad en gran parte del país era una condición dada por hecho, por lo que incluso se instauró una cultura del derroche energético.

Asimismo teníamos un servicio de distribución de agua que mejoraba continuamente. Esto a pesar de las dificultades de la topografía y la estacionalidad extrema. A éste se unió un Sistema Nacional de Áreas Protegidas que preservaban las principales cuencas productoras de agua. Gracias a ello, por décadas la mayor parte de las ciudades tuvieron servicio de agua permanente y los racionamientos eran eventuales y de corta duración.

Avanzábamos hacia un Sistema Nacional de Gestión de Riesgos que progresivamente iba estableciendo políticas de defensa civil y protección contra desastres socionaturales, aún insuficientes pero en mejora.

Pero ahora, las graves y continuas deficiencias en el sistema eléctrico son culpa de iguanas, rabipelados, lluvias, centellas, sequías o cualquier otro fenómeno natural común.

Igualmente el servicio de agua es un derecho negado. En todo el territorio nacional, pueblos, ciudades, sectores urbanos y zonas rurales tienen el suministro racionado, a veces hasta de manera cruel e inhumana. La culpa parece ser de sequías que no han afectado de igual manera a los países cercanos.

En este momento toda lluvia fuerte o período de sequía tiene efectos dramáticos. Una tormenta costera reciente, mostró como en toda la zona afectada los daños más graves habían ocurrido en instalaciones construidas, incluso por entes gubernamentales, dentro del espacio que por Ley debía ser protegido y libres de toda construcción.

Actualmente la escasa producción agrícola depende únicamente de la buena suerte y las oraciones de los productores para que la lluvia y los otros fenómenos naturales sean propicios.

Y como dicen “parió la abuela”. El cambio climático es un enorme monstruo que nos amenaza de manera tan cerca que ya sentimos su aliento en nuestros cuellos.

Ya no vale la pena hablar del número de altos cargos del gobierno que han vociferado que el país es ejemplo global de lucha contra el cambio climático. Eso a la vez que el Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático previsto por la Ley de Gestión Integral de Riesgos Socionaturales y Tecnológicos tiene un retraso de casi nueve años y el Arco Minero del Orinoco es el proyecto de destrucción ambiental más grave que se ha planteado sobre esta tierra.

Es necesario reaccionar y resistir ante esa arremetida de ignorancia, perversión y demencia contra la base misma de los fundamentos ambientales de los cuales dependemos.

Reaccionar será tomar conciencia colectiva de a dónde nos lleva esta situación. Resistir es negarse a creer que este será un destino inevitable.

Es necesario como dice un amigo “pensar más duro” sobre lo que debemos hacer para prender la luz que haga retroceder a la oscuridad.

Es también comenzar a construir el futuro. No podremos salir del laberinto en que vivimos si no creemos que tiene salida y caminamos hacia ella. Quizás aún no las tiene. Posiblemente haya que construirlas, perforar un túnel que nos lleve afuera. Pero ello no será posible sin unión, solidaridad, coraje y trabajo duro.

Creo en eso. Nos iremos encontrando en el camino de la Venezuela sustentable.

7 mar 2018

¿Y los ambientalistas? A propósito del Acto en el Aula Magna el 06/03/18


Imagen de EDO tomada de su cuenta de Twitter


Me parece muy importante y necesario el evento realizado ayer en el Aula Magna de la UCV. Para mi además es urgente su tema central, magistralmente descrito por EDO en su imagen: Unidad.

Esta idea debería ser prioritaria para nuestro país. La polarización nos ha hecho tanto daño que no estamos divididos: estamos fragmentados, despedazados, y aún seguimos buscando como separarnos aún más. Los efectos de esa perversa acción política están a la vista y se cuentan en miseria, muerte, destrucción, desesperanza y éxodo masivos.

Con este acto se abren caminos para la esperanza. Por supuesto que estos caminos serán largos, difíciles y culebreros. No hay de otra.

Pero me queda una pregunta. Nace de una especie de reclamo cordial que me hizo un amigo: En ese evento faltaban los ambientalistas. Entonces ¿estamos fuera de esa acción ciudadana por el rescate de la democracia?. 

Realmente no se si no asistió nadie que sea parte de algún grupo ambientalista. No me fue posible asistir. Pero casi estoy seguro que no había ninguno que representara realmente a este sector.

Estoy claro que, como muchos otros, las organizaciones ambientalistas han sido muy golpeadas por la situación económica y el hostigamiento gubernamental.

Se que han desaparecido muchos grupos o han tenido que reducir sus acciones. Las plataformas que los articulaban también han decaído en sus acciones y capacidades de representación.

Además viejos recelos y la triste polarización ha impedido la necesaria organización de los reclamos alrededor de temas .tan importantes como el Arco Minero del Orinoco, la crisis de agua, la destrucción de nuestras áreas protegidas, la creciente deforestación y destrucción en cuencas y otros temas muy importantes para el país cuyos efectos son parte de la actual crisis humanitaria compleja del país.

Nos falta mucha unión para dejar de ser un territorio abierto al saqueo y expoliación de los piratas y tiranos actuales.

Asimismo, necesitamos mucho trabajo conjunto, reflexión, estudio y acción ciudadana.

Ello también es necesario para evitar que oportunistas políticos tomen la bandera ambientalista por nosotros. También debemos recordar que si nosotros no lo hacemos, el espacio será ocupado por otros, no necesariamente los más idóneos u honestos.

Pero estoy seguro que el sentimiento ambientalista aún está muy vivo en el país y se manifiesta, como siempre, de manera muy diversa y creativa. Quizás ya no como movimiento organizado. Pero somos una semilla latente esperando por germinar luego de la temporada de sequía e incendios.

La pregunta es ¿podemos esperar hasta que los buenos tiempos lleguen? o más bien ¿no tendríamos que ser un factor que ayude desde su ámbito a impulsar los cambios necesarios? 

La ecología enseña que los ecosistemas surgen de las condiciones ambientales imperantes en un territorio. Pero también que los ecosistemas crean sus propias condiciones ambientales.

Así que queda abiertas las preguntas:

¿Debemos los ambientalistas participar en este proceso por la democratización de Venezuela?

En caso de que la respuesta sea si, ¿De qué maneras podemos contribuir a este proceso? ¿Cuál es el papel que podemos jugar en este momento de la historia del país?

De las posibles respuestas que le demos a estas preguntas se establecerán las bases para un futuro para el ambientalismo en Venezuela y en especial para avanzar hacia una sociedad sustentable, que haga del uso responsable de su extraordinario patrimonio natural la base de su futura prosperidad y capacidad de convertirse en una verdadera nación de oportunidades, justicia y equidad.

Espero por sus contribuciones, opiniones y propuestas.