1 abr 2013

La educación y el agua: Renovando el eslogan: “el agua es vida, no la malgastes”




El pasado 22 de marzo, Día Mundial del Agua, participé en la “I Jornada de uso, conservación y recuperación de agua” que se realizó en Barquisimeto, Edo. Lara.

Allí tuve la oportunidad de oír a varios expertos presentar diagnósticos sobre la situación del agua en el país. Una palabra describe mi percepción de sus presentaciones: ALARMANTE.

Pareciera que como país nos hemos convencido de que los problemas coyunturales (principalmente políticos) son los realmente importantes y cada vez somos más ciegos, sordos y mudos, como los famosos monitos, a la destrucción ambiental y sus consecuencias sobre nuestra vida y nuestro futuro.

Es necesario reconocer que, en Venezuela se han realizado grandes inversiones para aumentar el acceso equitativo al agua potable, pero, a la vez, está claro que todavía un número importante de venezolanos no cuentan con ningún tipo de suministro, el líquido les llega de manera intermitente o es de mala calidad, y que en algunas zonas del país esta situación está deteriorándose cada vez más.

En simultáneo, el agua se derrocha irresponsablemente en las zonas donde el flujo es adecuado. Ese gasto excesivo va desde el aprovechamiento industrial sin criterios de ecoeficiencia, hasta el despilfarro irresponsable en nuestros propios hogares.

También es clara la responsabilidad de los gobiernos por la falta de planificación y la negligencia en la ejecución de los programas de gestión, lo que lleva a que las fuentes de agua sean mal usadas, destruidas y, contaminadas.

Estamos seguros que estos problemas no se corrigen con acciones individuales, por lo que no podemos cargar la solución de los mismos a cada uno de los pobladores del país.

Pero también es cierto, que tendremos un futuro muy precario como país si cada uno de nosotros no entiende el valor e importancia del agua, y seguimos mirando con indiferencia y pasividad como este recurso se nos va haciendo cada vez más escaso, por lo tanto costoso e inequitativo.

Educando para la gestión responsable

Es claro que necesitamos mejorar la gestión del agua, y por supuesto, en este trabajo la acción de los gobiernos es fundamental. Pero a la vez, no podrá haber ningunas posibilidades de éxito, si los programas de gestión no cuentan con el apoyo masivo y la participación activa de toda la sociedad y de todos sus actores.

Esto es más válido cuando nos demos cuenta que los problemas del agua en Venezuela comenzarán a ser resueltos únicamente cuando una masa crítica de ciudadanos exijamos a nuestros gobernantes que se realice una gestión eficiente y responsable de este recurso. Esa masa crítica sólo podrá surgir a partir de comunidades y personas informadas  educadas y motivadas para hacer valer su derecho al acceso al agua potable suficiente y de calidad.

¿Y cómo llegaremos a este nivel de conciencia? La clave está en la realización de programas educativos bien planificados, bien ejecutados y  sostenidos en el tiempo.

Necesitamos transformar la educación ambiental

Los humanos tenemos una extraordinaria capacidad para aprender, y lo hacemos muy rápidamente. Esto es cierto, siempre y cuando, lo que aprendemos nos interese, gratifique  y nos permita identificarnos con algo valioso. Adicionalmente, queremos aprender sobre temas que nos permitan entender y conectarnos con el mundo en que vivimos.

Paulo Freire
El problema es, que cuando los venezolanos pensamos en educación, nos llega inmediatamente a la cabeza la imagen de un maestro hablando frente a un grupo de estudiantes. Estos últimos, en nuestra imaginación, son meros receptores de información, que en la mayor parte de los casos es abstracta, desconectada de sus vidas y para colmo francamente aburrida.

Esta es la concepción “bancaria” de la educación que denunció Paulo Freire hace ya muchos años. Ella resulta además de alienante, inefectiva. Nadie hasta ahora ha mejorado su valoración sobre la importancia del agua aprendiendo que la fórmula del agua es H2O o memorizando la lista de ríos en la margen derecha del Orinoco.

Entonces, ¿a quién podremos convencer de cuidar el agua si les llenamos la cabeza con información que  no entiende, que no le sirve, que no le parece interesante, ni le es importante?

 Por eso necesitamos una educación ambiental que se convierta en un proceso activo y atractivo dirigido a transformar y mejorar nuestras vidas.

Para aprender a nadar hay que meterse al agua

Sobre la base de esas premisas, los programas de educación ambiental sobre la gestión del agua deben estar inmersos en la cotidianidad: Es decir en la casa, en la escuela, el lugar de trabajo y la comunidad. No será necesario hablar de agua, sino enseñar a usarla en la práctica mediante su uso. Hablamos de una educación para la acción mediante la acción.

Ella puede incluir transmisión de toda información científica que sea pertinente. Pero más que palabras técnicas esa educación debe ofrecer ejemplos, prácticas y nuevas maneras de vivir.

Para ello, necesitamos aprender técnicas para usar el agua más eficientemente y para hacerla segura para nuestra salud. Pero lo más importante es educar de manera permanente en cómo usar el agua de manera responsable en cada actividad en que el agua se necesite.

Asimismo, debemos conectar el agua con todas nuestras actividades. Entender que sin agua nuestra salud
está en peligro, no habrá alimentos y nuestra vida y país se hará más difícil.

El siguiente paso, es aprender de dónde proviene el agua que llega a nuestro grifos y entender la relación entre esa agua y los bosques y cuencas que la producen. Por cierto: ¿Sabes de dónde viene el agua que tomas?

Finalmente, es necesario aprender a hacer valer nuestro derecho al agua potable y practicar los métodos ciudadanos de luchar por profundizar el ejercicio de ese derecho humano.

Todo ello es un aprender social, que se adquiere en procesos participativos. Pero no hablamos de una educación improvisada, y chapucera que parece ser ahora lo que muchos quieren entender por “participativa”. Por lo contrario, debe ser una acción basada en las mejores prácticas de la educación, en la reflexión crítica, en la constancia y el compromiso, así como en el trabajo organizado y sistemático.

Sólo así lograremos que cada uno de nosotros pueda entender y vivir que si no usamos el agua con responsabilidad y solidaridad, nos convertiremos en una nación pobre y sin futuro. Necesitamos aprender que el agua “es nuestra vida”.



Agradezco a Adriana Boccalon y a Carelia Hidalgo la oportunidad de conseguir la información y motivación para desarrollar estas ideas