26 ene 2018

Carta al Sr. Ministro del Ambiente de Venezuela en un #26E





Caracas, 26 de enero de 2018

Sr. Ministro del Ambiente
Su despacho.

Estimado Sr. Ministro,

Aprovecho este 26 de enero de 2018 para hacerle llegar esta carta con la esperanza de que alguna vez llegue a sus manos. Pero antes de iniciar mi exposición resulta necesario aclarar algunos aspectos de este mensaje:

Por una parte, no me estoy dirigiendo a algún ministro de Ecosocialismo y Aguas actual o por venir. Estoy seguro que ello sería una absoluta pérdida de tiempo. Sólo en democracia un ciudadano puede dirigirse a un servidor público y esperar respuesta, o al menos aportar opiniones y propuestas en la construcción y evaluación de las políticas públicas nacionales. Y sólo en democracia es posible trabajar todos juntos por la sustentabilidad nacional.

Adicionalmente a lo anterior, no me puedo dirigir a un ministro de un ininteligible “Ecosocialismo”. No porque no pueda comprender las ideas que definen a esta doctrina política, sino porque el régimen que nos gobierna convirtió a las mismas en una contradicción retorcida entre el discurso de “amor por la Madre Tierra” y su práctica de odio y guerra hacia la naturaleza.

Por otra parte, lo de escribirle desde el 26 de enero de este año,  es mi homenaje a la irreverencia de los venezolanos que se inventaron un “Día Mundial de la Educación Ambiental” y ya lograron que otros países lo asumieran (1) Así mismo esta carta es una declaración de fe por los cambios que van a ocurrir.

Aclarado el  destinatario y la fecha, vuelvo a mi misiva, dirigida a usted Sr. Ministro encargado de la gestión ambiental de este país en algún futuro.

Es posible que desde que usted llegue  a ese cargo (espero que por razones legítimas) pudiera quedar abrumado por la magnitud del reto que le asignaron en un contexto de crisis y restricciones extremas.

Aún más, puede usted sentirse maniatado. Muchas personas, y entre ellos sus colegas ministros en las áreas de economía, salud, educación, seguridad etc., quizás ya lo convencieron de que los problemas ambientales son de baja prioridad al lado de los graves problemas derivados de la crisis económica y social y por eso lo dejaron (de nuevo) sin recursos.

Pero eso no es lo peor, pueden intentar convencerlo que para salir de la crisis hay que asumir de manera frontal los mega-proyectos mineros y la expansión de la actividad petrolera. Todos los cuales habría que apoyarlos eliminando las trabas burocráticas y los obstáculos innecesarios, tales como planes de ordenamiento, estudios de impacto ambiental, así como los controles y restricciones ambientales. Todo sea por el “rescate de la economía nacional”.

Usted tiene dos posibilidades: La más sencilla, intentar sobrevivir en ese cargo hasta que un día cualquiera lo sustituyan por otro pendejo (Uslar Pietri dixit) con menos escrúpulos ambientales y más proclive a los negocios.

Otra opción es plantearse hacer algo nuevo, pero infortunadamente más difícil y políticamente riesgoso.

Para ello le propongo trabajar desde dos ángulos: El primero establecer una estrategia de “ecología de la restauración” aplicada al ministerio que dirige. Es decir, realizar una serie de acciones que promuevan la recuperación de las capacidades y funcionalidad institucional a través de la inserción de prácticas de gestión adaptativa (2).

Habrá que aprovechar todas  las oportunidades (financiamientos, apoyos y asesorías nacionales e internacionales) e ir aprendiendo y re-adaptándose sobre la marcha a través del monitoreo y evaluación de los resultados. A medida que usted acompañe de manera decisiva las acciones de cambio verá que la institución comenzará a reverdecer.

Por otra parte, sería necesario establecer un programa nacional de sensibilización, concientización y movilización social de alto impacto.

Ello implica promover, mediante herramientas comunicacionales y educativas, un gran movimiento nacional, dirigido a estimular  el resurgimiento de Venezuela a través de la valoración, promoción y uso sustentable de sus recursos ambientales como ejes de una nueva economía post-petrolera.

Para lograr este propósito, será necesario construir una nueva narrativa de país dirigida a redefinirnos como nación formada por ciudadanos que trabajan y emprenden en función del manejo responsable nuestras capacidades ambientales. Narrativa que  debe desplazar a la de país rentista y extractivista poblado por personas que sólo esperan su pequeña ración de una riqueza cada vez más lejana.

Esta misma estrategia  debe ser dirigida a demostrar a los promotores de transiciones económicas, que en un país sin agua, con ambientes degradados nocivos para la salud, afectado por múltiples catástrofes socio-ambientales y que destruye sus servicios y capital ambiental, no tendrá ninguna posibilidad de transición, ni desarrollo.

Asimismo que los recursos naturales de Venezuela: biológicos, hidrográficos, eólicos, solares y de otros tipos, sí son usados de manera responsable, pueden apalancar de manera determinante el regreso del país a un camino de progreso.

Estas últimas ideas son la raíz de mi segundo planteamiento. Todas ellas están centradas en la necesidad de que en Venezuela se implemente un gran programa de educación y comunicación ambiental en todos los sectores y dirigido a todas las personas.

Entre los crímenes cometidos por los que devastaron la institucionalidad ambiental del país, estuvo el de destruir a la Dirección de Educación Ambiental y Participación Comunitaria del antiguo Ministerio del Ambiente. Ello sin ningún respeto por el derecho constitucional de todos los ciudadanos a ser educados ambientalmente y mucho menos por los tratados internacionales que obligan al país a desarrollar programas educativos relacionados con los distintos temas ambientales.

Esa instancia era el órgano competente para diseñar las políticas educativas ambientales, así como de implementar gestiones dirigidas a insertar la dimensión ambiental tanto en todos los niveles y modalidades educativas, como en los procesos de planificación. Como consecuencia de este atentado, la educación ambiental nacional es casi una especie extinta, envejecida y moribunda.

Revertir los daños causados, pasa por entender que la transformación necesaria del país sólo podrá lograrse si se cuenta con una población bien formada e informada y con alto grado de motivación. Ello será necesario para que todos podamos asumir las tareas de reconstrucción y restauración de nuestras funcionalidades y ecosistemas, tanto naturales como institucionales.

No le pido que simplemente restaure la anterior Dirección. Las viejas estrategias no serán suficientes, ni adecuadas para enfrentar los nuevos retos. Será necesario crear una nueva organización con objetivos ambiciosos, basada en criterios actuales que se alejen de las prácticas educativas bancarias (3) y de los modelos de déficit (4).

Venga, atrévase. Para ello contará con el apoyo decidido de muchas organizaciones de la sociedad civil, universidades, academias e incluso empresarios. Todos,  lo apoyaremos de manera decidida y constante.

Tu país y el de tus hijos lo necesita y exige de manera urgente. Vamos juntos a trabajar por un futuro ambientalmente sostenible. Ahora si, para todos.

Cordialmente,

Alejandro Álvarez Iragorry





(1) Ver la última parte de mi artículo “10 viñetas para conmemorar la educación ambiental venezolana” https://forotuqueque.blogspot.com/2017/01/10-vinetas-para-conmemorar-la-educacion.html  Un elemento adicional es la campaña iniciada desde el año pasado por el Secretariado Permanente del Congreso Mundial de Educación Ambiental para promover un Día Mundial de la Educación Ambiental. Cuya fecha propuesta es el 14 de octubre, en celebración del aniversario del Congreso de Tiblisi en 1977.   https://weecnetwork.org/es/october-14-first-world-environmental-education-day/

(2) La gestión adaptativa es un enfoque de gestión dirigido a aumentar las capacidades institucionales  para actuar mediante la creación de nuevas estrategias, así como la de enfrentar los cambios negativos mediante el aprendizaje constante producto de la evaluación de las acciones.

(3) En la concepción educativa de Pablo Freire la basada únicamente en la transmisión de información que es “depositada” por el educador en el educando.

(4) Es un modelo educativo que se caracteriza por asumir que el público tiene un déficit de información sobre temas ambientales  y propone que se diseñen e implementen programas para subsanarlos a partir de la transferencia de conocimientos desde los expertos. El mismo se contrapone a un modelo democrático que promueve el desarrollo de competencias en la ciudadanía para participar de manera activa y preparada para tomar decisiones en los temas ambientales que los involucran.

13 ene 2018

De Puerto de Hierro a Stavanger: La travesía de la conciencia de Venezuela





El escritor venezolano Golcar Rojas en su artículo ¿Dónde queda Venezuela? afirmó que “Venezuela es un país desperdigado por el mundo”.

En este momento esa afirmación parece rigurosamente cierta. Tengo familiares y amigos viviendo en al menos 24 países.  Y pareciera que esta centrífuga no fuese a parar y por lo contrario que su giro se acelera.

Por otra parte, quisiera creer que las apreciaciones de ese autor sobre lo queda de Venezuela no son tan incontrovertibles, y que aún somos un poco más que “una republiqueta de vivos, sicarios y malhechores”.

En particular me gusta fantasear con la idea de que los que aún estamos aquí, por cualquier razón, somos los depositarios de la idea de un país que fue, y más importante, del que seremos cuando dejemos atrás “este pozo de plomo y sangre, este luto en gerundio, este llanto que no cesa”.

Quizás por esa esperanza  que aún guardo arrugada en la cartera, me resultan tan importantes las historias que nos cuentan este país desde otras perspectivas. Una de ellas es la mirada de los venezolanos que ahora viven “desperdigados por el mundo”.

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Tengo una amiga que nació en Puerto de Hierro, estado Sucre. Esta es una población localizada al extremo oriente del país, al sur de la península de Paria, cerca de Güiria. Es decir, que como canta Cecilia Todd es “la tierra donde amanece más temprano”.

Más tarde, en Barquisimeto, la ciudad de los crepúsculos. creció, se hizo profesional y tuvo una hija. Su vida transcurría teniendo como escenario la luz y el calor del trópico.

Como muchos venezolanos, a lo largo de su vida se tuvo  que comer las verdes y las maduras. A pesar de ello, al fin los caminos parecieron abrírsele y comenzó a tener una vida, a ratos dura, pero satisfactoria en muchos otros aspectos.

Pero un día, ya las cuentas de la vida no le salieron completas y a la inseguridad le crecieron los dientes. Decidió emigrar a España, la tierra de sus padres. Se convenció que le compraba un futuro a su hija.

Su vida de migrante no fue esa novela rosa de las que cuentan de venezolanos conquistando el mundo. Menos para alguien mujer y "sudaca" en un país en crisis económica. Resistió como gata panza arriba por un tiempo, pero luego tuvo que tomar otros rumbos.

Para hacer la anécdota corta, les cuento que luego de muchos avatares, que incluyó vivir en Kenia, terminó recalando en Noruega. En este momento vive en Stavanger. Una hermosa ciudad portuaria al sur de ese país marcada por el frío y la nubosidad permanente.

Esta realidad es dura para una hija del sol como mi amiga.

Ella me cuenta que uno de los aspectos naturales que más extraña de Venezuela es “la maravillosa opción de ser uno quién busca el clima y no al revés”. Y sigue: “Era tan divino ir a Los Andes si uno estaba harto de calor” o “a la playa si uno quería bañarse en ella en diciembre”…  Finalizó su comentario diciendo: “una de las cosas que más me cuesta es adaptarme al clima. Aún no lo consigo.”

Estas palabras son todo un discurso sobre un tema que no es obvio para los venezolanos: que en esta zona del mundo el clima es tan benigno que raramente tenemos que preocuparnos por estaciones, por la temperatura del día o la ropa que debemos usar y que la luz solar es la poderosa protagonista de cada día.

Las reflexiones de mi amiga me recordaron haber oído en mi infancia a emigrantes que llegaban a Venezuela que decían que la tierra en este país era tan fecunda que se podían echar semillas en cualquier parte y estar seguros que nacerían las plantas y darían frutos.

No por otra razón Colón, en su primer contacto con tierra firme en este continente, al pasar por las costas de Paria, las llamó “Tierra de Gracia” al considerar que había llegado al Paraíso Terrenal.

Venezuela como país estuvo marcada por esas señas ambientales y en su interior crecieron “La Ciudad Jardín”, la de la “Eterna Primavera”, "La Tierra Donde Nace El Sol" o se nombró una región como la “Tierra del Sol Amada”.

Estas percepciones hablan de las extraordinarias características y posibilidades del ambiente y la Naturaleza en este rincón del mundo.

Hace muchos años, ciertos “intelectuales” manifestaban que el clima suave y la naturaleza fértil de las tierras tropicales generaban que sus pobladores nativos fueran  perezosos y con muy baja capacidad intelectual y moral. A esas opiniones las llamaron “determinismo geográfico”.

Los defensores  de estas ideas nunca entendieron el papel fundamental  de los ecosistemas tropicales sobre toda la vida de la Tierra y mucho menos la muy importante labor de sus habitantes como guardianes y usuarios responsables de esas riquezas. Su racismo les impedía acceder a esta comprensión.

Infortunadamente los grupos de poder que han dominado el territorio de Venezuela tampoco lo entendieron.

Como lo describió Cabrujas: Se han comportado como mineros, usando el país como un mero campamento temporal que se habita únicamente mientras haya riqueza que explotar.

Por ello no tuvieron ni buscaron formar conciencia de país, ni arraigo, ni amor por el mismo. Bajo esta visión los venezolanos crecimos sin cultura ambiental y con una visión lejana de su naturaleza.

Esa visión perversa ha alcanzado su punto más alto. En nombre de la “revolución” y bajo el pote de humo de un "ecosocialismo” de pacotilla, nos dicen que hay que exprimir las riquezas minerales del país. Nos hablan de toneladas de oro y de pagar con diamantes y “petros”, pero no de los costos ambientales y humanos de esa falsa riqueza. Para lavarse la cara por esos crímenes balbucean palabras vacías sobre la  protección ambiental y el respeto por las comunidades indígenas.

Al final pretenden convertir a  toda Venezuela en una cantera en explotación.  Ello hasta dejar sólo la ruina y la desolación de las minas abandonadas.

Yo no me resigno a ello, ni renuncio a mi país.

Estoy seguro que muchos tienen el mismo sentimiento, pero a la vez, algunos piensan que no es posible hacer nada contra un gobierno opresivo y sordo a todo reclamo.

Pero el verdadero enemigo no es el gobierno sino el miedo. A ese monstruo implantado le acompañan el individualismo, el aislamiento y la creencia que nuestras acciones no valen la pena.

Por ello, creo que los venezolanos que aún estamos aquí tenemos que promover la participación y la organización para hacer acciones de denuncia y repudio a la destrucción de nuestro país.

A la vez, los de afuera: se pueden organizar para denunciar los negocios turbios que se hacen a partir de la destrucción del patrimonio natural de los venezolanos y del mundo; exhortar a los gobiernos, de los países donde se encuentren, que no participen en esos negocios y reclamar a las instituciones ambientalistas internacionales a que se manifiesten y exijan el fin de la destrucción del país.

En Stavanger, existe un monumento que marca el inicio de Noruega como país. Son tres espadas clavadas en la roca. Marcan el final de una guerra y el inicio de la paz, ya que las espadas no pueden ser removidas de su lecho de piedra.

Llegará el momento en que en Venezuela clavaremos las espadas de la guerra en la roca más sólida. Ese también será el momento del despertar de la conciencia de que vivimos en un territorio que nos puede dar los recursos  que necesitamos para cubrir todas nuestras necesidades, siempre que actuemos a partir del respeto y trabajo conjunto con la Naturaleza.

Aún mejor, lo haremos en Venezuela el lugar más sabroso y hermoso que existe en este planeta.