19 nov 2015

Sombras sobre París (y la COP21)





Recientemente la gran amiga y muy inteligente periodista Erika Hidalgo me llamó para hacerme una pregunta que me dejó por un momento sin saber que decir:

- Alejandro ¿Tú crees que el ataque terrorista en París puede afectar a la reunión de la COP21 y sus resultados?

Esas preguntas descolocan a cualquiera. Me estaban pidiendo que predijera el futuro. Uno cada día más incierto, donde cada situación que ocurre desafía cualquier escenario que pudo haberse siquiera imaginado.

Frente a la bola rápida que el pitcher me lanzó, intenté una respuesta que sonara más o menos coherente y no del todo estúpida. No sé si lo logré, pero la pregunta me quedó dando vueltas y aquí intentaré ampliar un poco más los balbuceos que me salieron en el momento.

En primer lugar, creo que la reunión se va a dar. A menos que ocurra otra situación similar. Ello por lo cercano al evento, la complejidad de su organización y, en particular por el orgullo del país anfitrión. Los franceses no querrán transmitir el mensaje de que una acción terrorista puede alterar significativamente la vida normal de ese país.

A pesar de ello, es seguro que se impondrán medidas de seguridad extremas. Ellas incluirán fuertes restricciones a las libertades ciudadanas. Eso implica que por la necesidad de garantizar la seguridad a las delegaciones concurrentes, posiblemente no se podrán realizar las manifestaciones  y actos de calle que han sido parte de estos eventos globales. Tal situación empobrecerá la reunión al convertirla en un acto prácticamente cerrado que no tendrá la presión de las organizaciones ciudadanas y de activistas para que se alcancen acuerdos verdaderamente significativos.

Un segundo efecto es comunicacional. Los organizadores del evento han venido adelantando un enorme esfuerzo para convertir a esa reunión en un acto global que supere lo que pudiera ser una mera negociación entre los intereses de los gobiernos del mundo.

En tal sentido, han realizado una extensa y muy profesional campaña para motivar a los medios de comunicación en todo el mundo a enfocar su mirada hacia la importancia de esta reunión.
Pero en este momento, para mucha gente en el mundo, París quedó asociado a crímenes horrendos y acciones policiales muy severas, y no a un evento relacionado con la protección de las condiciones ambientales de nuestro planeta a largo plazo.

Lograr retomar el momento comunicacional en tan poco tiempo será difícil, aunque no necesariamente imposible, pero sin lugar a dudas no podrá librarse de la mancha del terrorismo en sus espaldas.

Pero el efecto que estos actos  pueden tener sobre la COP21 y el futuro de las acciones para frenar el cambio climático, puede ser mucho más poderoso y perverso.

Hasta la fecha,seis países declararon la guerra contra el Califato Islámico, el cual se ha responsabilizado de este y otros ataques terroristas recientes. En este contexto algunos líderes mundiales como el Papa Francisco y analistas políticos han asomado la posibilidad de que estemos a las puertas de una tercera guerra mundial.

Bajo estas condiciones, las naciones involucradas, entre ellas los Estados Unidos, Francia, Alemania y Rusia, dedicarán importantes cantidades de dinero y esfuerzo a las acciones dirigidas a derrotar a este grupo terrorista.

Esta situación impactará intensamente sobre la lucha contra el cambio climático.

Uno de los temas más complejos en los esfuerzos para controlar este fenómeno global está relacionado con el del financiamiento. La pregunta que muchos se hacen cuando se discuten temas como el control de las emisiones de gases de efecto invernadero es: ¿Quién va a pagar la cuenta? Es decir, identificar las fuentes de financiamiento necesarias para impulsar los cambios dirigidos a alcanzar modelos de producción y consumo que no afecten el ambiente global.

La posición de los países menos desarrollados ha sido la que los que generan la mayor proporción de gases de efectos invernadero deben financiar estos proyectos. Es decir países como Estados Unidos, China, y la Unión Europea. Pero ahora algunos de ellos podrán aducir que en las actuales circunstancias su prioridad es derrotar el terrorismo internacional, por lo que sus fondos para proyectos relacionados con el cambio climático quedarán fuertemente mermados.

Muy posiblemente este punto de vista a será apoyado por los ciudadanos de esos países. El terrorismo tiene efectos dramáticos  sobre la opinión pública. Son eventos mediáticos trágicos que movilizan los peores miedos de las personas. Por su parte, el cambio climático, es un fenómeno complejo no muy bien entendido por la mayoría. Asimismo, sus efectos posibles más graves  ocurrirán a  largo plazo, por lo que muchos consideran  que pueden ignorarlo sin afectar sus vidas e intereses.

A esto se une que la búsqueda de soluciones al cambio climático tiene grandes enemigos. Éstos pueden ver en este momento su oportunidad para al menos retrasar el logro de decisiones dirigidas a lograr cambios significativos en la economía y modelos de desarrollo del mundo.

En ese lote se encuentran algunas de las mayores empresas energéticas globales, grandes industrias manufactureras y relacionadas con alimentos. Todas ellas se benefician de los procesos económicos que generan el cambio climático.

A ello se unen gobiernos no democráticos que no apoyan el fortalecimiento de una mayor participación ciudadana en la toma de decisiones.

Todos ellos ven con preocupación que se siga avanzando hacia sociedades más responsables, austeras, autosustentables, educadas y, por supuesto, más democráticas.

Muchas sombras oscurecen a París. Junto a la barbarie del terrorismo y su estela de muerte y dolor, estará la ominosa nube de los peores intereses contrarios al respeto a la vida en todas sus formas y a lograr sociedades sustentables.

París no es una fiesta. Es el escenario de lucha por nuestro futuro.