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1 feb 2017

@morrocoyusuario un cuento de morrocoyes en el metro





Más razones para educar sobre la biodiversidad a las personas que viven en ciudades


Entro al metro en la estación Chacaito y logro  encontrar un asiento al lado de un niño de unos seis años. Tenía en sus manos una cajita con un morrocoy no más grande que la mano de un hombre adulto. Alrededor del animalito había varios pedazos de lechuga y nada más.

Para muchos de los que nacimos y vivimos en ciudades, nuestra experiencia sobre animales silvestres es escasa y la principal fuente de información es la televisión. Infortunadamente parte de la información que adquirimos por este medio es falsa o es una re-simplificación de la realidad.

Además muchos crecimos viendo comiquitas (dibujos animados) Estos programas nos crearon una serie de ideas fantasiosas con respecto a muchos aspectos de la vida y en particular sobre los animales y su alimentación. En estos programas los conejos siempre aparecen comiendo zanahorias, los ratones queso y las tortugas terrestres lechuga. Hasta Mafalda le da lechuga a su tortuga “Burocracia”.




Hace unos años, tuve la oportunidad de aprender con mi amigo Saúl Gutiérrez que los morrocoyes requieren de una dieta variada para crecer y mantenerse sanos. En algunas ocasiones presencié como a su oficina se acercaban personas que querían donar morrocoyes que ya no querían tener. Algunos tenían deformidades en sus caparazones. Habían vivido encerrados en el interior de viviendas, sin acceso al sol y alimentándose de manera inadecuada (¿Eso es una forma tortura no?)

Vuelvo a mi historia con el morrocoy en el metro y el niño que lo poseía.

Le pregunto a este último: - ¿Dónde está tu mamá? Y me contesta señalando con el dedo a una señora joven parada a su lado. La señora me miró con gesto de suspicacia cercano a la cara de cañón y me pregunta qué quiero.

Pongo mi mejor cara de profesor y le hago algunas recomendaciones básicas para una alimentación más o menos adecuada de estos animales.

La señora me oye con desconfianza, pero al final parece que le llegó la idea. Sobre todo cuando le dije que en su casa tenía fuentes de alimentación sanas y más baratas (esto resultó la palabra clave) que la lechuga. Le conté que podía suministrarle restos de vegetales y frutas que usara en su cocina y que le adicionara pedazos de auyama cruda de vez en cuando (Saúl cultivaba sus propias auyamas para sus morrocoyes).

En la próxima estación se bajaron. No tuve tiempo de hablarle sobre la importancia de que el animalito tuviera acceso a la luz solar y tuviera una superficie para caminar que no fuese únicamente el piso duro y frío de un apartamento, ni mucho menos que estos animales necesitan un pequeño porcentaje de proteína en su dieta.

En este momento ya varios de mis amigos amantes de los animales están con el dedo en la respectiva tecla del “dislike” o del final de la amistad. ¿Eso fue todo lo que le dijiste? ¿Cómo no reclamaste a la señora que tener un animal silvestre en una casa es un acto ilegal y cruel?

Quizás tienen razón, pero ya hace tiempo me di cuenta que esos argumentos eran inútiles y  a veces peligrosos para el animal y el ambiente.

Las personas que se criaron en zonas en la cual es costumbre poseer animales silvestres como mascotas, no se perciben a sí mismos como infractores de la ley o personas crueles.

Para ellos no puede ser delito lo que siempre ha sido así, sobre todo si su madre o su abuela tuvieron aves u otros animalitos en su casa (o van a convencer a alguien que su madre era o es una delincuente)

Igualmente, ellos no se ven como crueles: los cuidan y les dan comida, tal como lo hacen con sus otras mascotas, independiente de que sus creencias acerca de la alimentación de la especie en particular sean totalmente erradas.

Por otra parte, puede ser peligroso inducir a uno de los dueños a liberar a un animal que han mantenido en cautiverio. Sobre todo si ya ha pasado mucho tiempo desde su captura.

Frecuentemente no será liberado en su hábitat natural  y cuando llevan un largo tiempo en cautiverio estos seres vivos pierden sus habilidades para mantenerse por sí mismos.

En estos casos, la vida del animal “liberado” será penosa y muy breve. En el peor de los casos, la introducción de ciertas especies en zonas distintas a su origen puede generar graves problemas ambientales al invadir hábitats, desplazar a especies locales y diseminar enfermedades.

Por ello, los que trabajamos en temas de conservación o educación ambiental nuestra labor debe ser previa a que alguien pueda adquirir un animal silvestre como mascota.

Necesitamos convencer a las personas a que no compren, ni extraigan animales silvestres. La campaña, “mi casa, no es su casa” fue emblemática y deberíamos ser capaces de retomarla y mantenerla.

Asimismo, hay que denunciar a las redes de delincuentes que trafican con especies de la vida silvestre, labor que cuando es posible hacerla, hay que proceder con inteligencia y prudencia.

A la vez, será necesario luchar contra las condiciones de pobreza que llevan a las comunidades rurales e indígenas hacia el comercio ilegal de especies de la fauna.

Por otra parte, será necesario reforzar las instituciones de control y gestión ambiental para que puedan hacer su trabajo de manera eficiente y con justicia.

Pero siempre quedará la situación de los animales que fueron capturados y viven en cautiverio. En esos casos, será necesario educar  a sus dueños para que de manera responsable puedan mantenerlos en las mejores condiciones posibles.

Esto al menos como solución provisional, hasta que tengamos centros de refugio para animales silvestres, como existen en otros países. Instituciones que tendrían como función principal rehabilitarlos para reintroducirlos de manera segura a sus hábitats, así como reproducir a los que no estén en condiciones de vivir por si solos para luego liberar a sus crías.

¿A algún directivo del flamante nuevo ministerio de ecosocialismo y aguas le interesaría promover estas acciones? ¿O quizás se pueda le interesar uno del Ministerio de Educación el incluir el conocimiento de la biodiversidad nacional y local como parte de los contenidos educativos necesarios en la escuela venezolana? Claro, son tareas demasiado cotidianas y no dan beneficios políticos, ni económicos, así que nada, será para la próxima.

Por ahora sólo me queda desearle buena suerte al @morrocoyusuario en su vida urbana.


En memoria de Saúl Gutiérrez que me enseñó lo poco que sé sobre morrocoyes.


Adición posterior: Tampoco tuve tiempo de pedirle a la señora que le enseñara a su hijo que el pequeño morrocoy es un ser vivo y no un juguete, por lo que debía tratarlo jugar con el, ni usarlo como objeto para ser arrojado, ni ninguna de las otras cosas que se le pueden ocurrir a un niño que aún no ha desarrollado la capacidad de entender el respeto por los seres vivos.




22 jun 2015

La educación en la Encíclica "Alabado sea"




El desafío urgente de proteger nuestra casa común incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar. Papa Francisco.



Recientemente la Santa Sede presentó una nueva Encíclica papal llamada "Laudato Si" (Alabado sea)  subtitulada "Sobre el cuidado de la casa común" en la cual se presenta el nuevo pensamiento de la Iglesia Católica con respecto a los temas ambientales.

Este texto representa un hito significativo y un apoyo importante en el avance de los procesos de conservación ambiental en el mundo, estancados recientemente por las sucesivas crisis económicas que han hecho que muchos países de manera explícita o embozada estén retrocediendo en los avances logrados desde la década de los ochenta del siglo pasado.

Un elemento que creo importante en el documento, es que el mismo presenta un enfoque más allá de lo científico de la destrucción ambiental, y la coloca en un plano moral y espiritual, por lo que es un deber y obligación  de todos los ciudadanos del mundo a participar en la construcción de un mundo más sostenible y solidario.

Asimismo, me resultó atractivo que estuviese escrito de tal manera que es posible subscribir sus ideas aún si no se comparte su enfoque religioso y desde el ámbito de muchas ideologías. Eso permite que sea un documento para unir y para articularnos en una acción común por "nuestra casa común" y el futuro de la humanidad.

En esta Encíclica aparece de manera relevante el tema de la educación. Sus ideas, que comparto en gran medida, son pertinentes, claras y necesarias. Por ello me parece importante compartir esta parte del texto y ayudar a su difusión, discusión y trabajo entre los educadores ambientales tanto en Venezuela como en otras partes del mundo.



II. Educación para la alianza entre la humanidad y el ambiente (Páginas 159 – 164 del texto original) 

Para leer el texto completo de la Encíclica marque aquí


209. La conciencia de la gravedad de la crisis cultural y ecológica necesita traducirse en nuevos hábitos. Muchos saben que el progreso actual y la mera sumatoria de objetos o placeres no bastan para darle sentido y gozo al corazón humano, pero no se sienten capaces de renunciar a lo que el mercado les ofrece. En los países que deberían producir los mayores cambios de hábitos de consumo, los jóvenes tienen una nueva sensibilidad ecológica y un espíritu generoso, y algunos de ellos luchan admirablemente por la defensa del ambiente, pero han crecido en un contexto de altísimo consumo y bienestar que vuelve difícil el desarrollo de otros hábitos. Por eso estamos ante un desafío educativo.


210. La educación ambiental ha ido ampliando sus objetivos. Si al comienzo estaba muy centrada en la información científica y en la concientización y prevención de riesgos ambientales, ahora tiende a incluir una crítica de los « mitos » de la modernidad basados en la razón instrumental (individualismo, progreso indefinido, competencia, consumismo, mercado sin reglas) y también a recuperar los distintos niveles del equilibrio ecológico: el interno con uno mismo, el solidario con los demás, el natural con todos los seres vivos, el espiritual con Dios. La educación ambiental debería disponernos a dar ese salto hacia el Misterio, desde donde una ética ecológica adquiere su sentido más hondo. Por otra parte, hay educadores capaces de replantear los itinerarios pedagógicos de una ética ecológica, de manera que ayuden efectivamente a crecer en la solidaridad, la responsabilidad y el cuidado basado en la compasión.


211. Sin embargo, esta educación, llamada a crear una « ciudadanía ecológica », a veces se limita a informar y no logra desarrollar hábitos. La existencia de leyes y normas no es suficiente a largo plazo para limitar los malos comportamientos, aun cuando exista un control efectivo. Para que la norma jurídica produzca efectos importantes y duraderos, es necesario que la mayor parte de los miembros de la sociedad la haya aceptado a partir de motivaciones adecuadas, y que reaccione desde una transformación personal. Sólo a partir del cultivo de sólidas virtudes es posible la donación de sí en un compromiso ecológico. Si una persona, aunque la propia economía le permita consumir y gastar más, habitualmente se abriga un poco en lugar de encender la calefacción, se supone que ha incorporado convicciones y sentimientos favorables al cuidado del ambiente. Es muy noble asumir el deber de cuidar la creación con pequeñas acciones cotidianas, y es maravilloso que la educación sea capaz de motivarlas hasta conformar un estilo de vida. La educación en la responsabilidad ambiental puede alentar diversos comportamientos que tienen una incidencia directa e importante en el cuidado del ambiente, como evitar el uso de material plástico y de papel, reducir el consumo de agua, separar los residuos, cocinar sólo lo que razonablemente se podrá comer, tratar con cuidado a los demás seres vivos, utilizar transporte público o compartir un mismo vehículo entre varias personas, plantar árboles, apagar las luces innecesarias. Todo esto es parte de una generosa y digna creatividad, que muestra lo mejor del ser humano. El hecho de reutilizar algo en lugar de desecharlo rápidamente, a partir de profundas motivaciones, puede ser un acto de amor que exprese nuestra propia dignidad.


212. No hay que pensar que esos esfuerzos no van a cambiar el mundo. Esas acciones derraman un bien en la sociedad que siempre produce frutos más allá de lo que se pueda constatar, porque provocan en el seno de esta tierra un bien que siempre tiende a difundirse, a veces invisiblemente. Además, el desarrollo de estos comportamientos nos devuelve el sentimiento de la propia dignidad, nos lleva a una mayor profundidad vital, nos permite experimentar que vale la pena pasar por este mundo.


213. Los ámbitos educativos son diversos: la escuela, la familia, los medios de comunicación, la catequesis, etc. Una buena educación escolar en la temprana edad coloca semillas que pueden producir efectos a lo largo de toda una vida. Pero quiero destacar la importancia central de la familia, porque « es el ámbito donde la vida, don de Dios, puede ser acogida y protegida de manera adecuada contra los múltiples ataques a que está expuesta, y puede desarrollarse según las exigencias de un auténtico crecimiento humano. Contra la llamada cultura de la muerte, la familia constituye la sede de la cultura de la vida » (1).  En la familia se cultivan los primeros hábitos de amor y cuidado de la vida, como por ejemplo el uso correcto de las cosas, el orden y la limpieza, el respeto al ecosistema local y la protección de todos los seres creados. La familia es el lugar de la formación integral, donde se desenvuelven los distintos aspectos, íntimamente relacionados entre sí, de la maduración personal. En la familia se aprende a pedir permiso sin avasallar, a decir « gracias » como expresión de una sentida valoración de las cosas que recibimos, a dominar la agresividad o la voracidad, y a pedir perdón cuando hacemos algún daño. Estos pequeños gestos de sincera cortesía ayudan a construir una cultura de la vida compartida y del respeto a lo que nos rodea.


214. A la política y a las diversas asociaciones les compete un esfuerzo de concientización de la población. También a la Iglesia. Todas las comunidades cristianas tienen un rol importante que cumplir en esta educación. Espero también que en nuestros seminarios y casas religiosas de formación se eduque para una austeridad responsable, para la contemplación agradecida del mundo, para el cuidado de la fragilidad de los pobres y del ambiente. Dado que es mucho lo que está en juego, así como se necesitan instituciones dotadas de poder para sancionar los ataques al medio ambiente, también necesitamos controlarnos y educarnos unos a otros.


215. En este contexto, « no debe descuidarse la relación que hay entre una adecuada educación estética y la preservación de un ambiente sano ». (2) Prestar atención a la belleza y amarla nos ayuda a salir del pragmatismo utilitarista. Cuando alguien no aprende a detenerse para percibir y valorar lo bello, no es extraño que todo se convierta para él en objeto de uso y abuso inescrupuloso. Al mismo tiempo, si se quiere conseguir cambios profundos, hay que tener presente que los paradigmas de pensamiento realmente influyen en los comportamientos. La educación será ineficaz y sus esfuerzos serán estériles si no procura también difundir un nuevo paradigma acerca del ser humano, la vida, la sociedad y la relación con la naturaleza. De otro modo, seguirá avanzando el paradigma consumista que se transmite por los medios de comunicación y a través de los eficaces engranajes del mercado


Muchísimas gracias Papa Francisco





Nota: Reinserté los pies de páginas presentes en el texto original de tal manera que no se perdieran al extraer esta sección del documento completo.

(1) 149 Juan Pablo II , Carta enc. Centesimus annus (1 mayo 1991), 39: AAS 83 (1991), 842.
(2) 150 Id., Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz 1990, 14: AAS 82 (1990), 155




12 abr 2015

Carta abierta a Guillermo Barreto, Ministro de Ecosocialismo y Aguas



Sin educación no puede haber gestión participativa del ambiente



Ciudadano Guillermo Barreto, 
Ministro de Ecosocialismo y Aguas
Su despacho.

Me dirijo a usted en este momento que ha sido nombrado para este importante cargo, con el fin de llamar su atención sobre un tema que considero  preocupante: La eliminación de la Dirección General de Educación Ambiental y Participación Comunitaria (DGEAPC) que ocurrió como parte del proceso de reorganización del ya desaparecido Ministerio de Ecosocialismo Vivienda y Hábitat.

Esta infortunada, y a mi entender equivocada, decisión desechó la extensa e importante trayectoria que tuvo esta dirección dentro del antiguo Ministerio del Ambiente. La DGEAPC fue clave para el establecimiento de políticas públicas como la incorporación de la educación ambiental en los currículos educativos en el país, la formación de educadores en temas ambientales, la realización de procesos de articulación y apoyo con otros países de la región, la asesoría a otros entes del Estado y el diseño de estrategias, políticas y orientaciones para el trabajo educativo en la gestión ambiental, entre otros logros. Asimismo, impulsó desde sus inicios procesos participativos, en un principio con las Juntas Ambientales, hasta llegar a los Consejos Comunales. Por otra parte, fue un ente articulador con otros organismos del Gobierno Venezolano como ministerios, gobernaciones y municipios, a la vez que vinculó las políticas de gestión ambiental del ministerio con organizaciones y movimientos de la sociedad civil del país, así como con Universidades, empresas y otras instituciones.

La labor de la DGEAPC fue fundamental para el establecimiento de una política de gestión
ambiental con enfoque social. Esta reconoce la necesidad de educar a la población en materia ambiental y promover la participación de la sociedad como elemento fundamental de la gestión del ambiente. Es por ello que la educación ambiental pasó a tener rango constitucional a partir de la Constitución Bolivariana de 1999; e igualmente está contemplada como estrategia de gestión en toda la normativa ambiental venezolana, así como en los tratados firmados y ratificados por la República.

Como muestra de estos compromisos internacionales: El Convenio sobre la Conservación de la Diversidad Biológica, a partir del desarrollo del su artículo 13, se ha propuesto la implementación de una Iniciativa mundial sobre Comunicación, Educación y Conciencia Pública. Igualmente, la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático establece  la realización de programas de educación y concienciación pública, los cuales han sido reafirmados en la COP 20 a partir de la Declaración Ministerial de Lima sobre la Educación y la Sensibilización.

La desaparición de la DGEAPC fue a mi entender el resultado de la acción de sus enemigos, tanto internos, en el propio ministerio, como fuera de el mismo. Contra su existencia se alegó la “transversalidad” de esos temas en todos los programas del ministerio, lo que supuestamente hacía innecesaria esta Dirección. Argumento falaz que desconoce la educación como proceso sustantivo y formal, el cual no puede ser asumido desde el empirismo educativo; igualmente omite la necesidad de establecer una rectoría que permita orientar, coordinar, promover y articular las diferentes acciones que se implementen en el país. Otros criterios en su contra incluyeron que las acciones educativas debieran ser asumidas por el ministerio de educación y no por el que tiene  la competencia ambiental. Esta opinión ignora la diferencia entre los procesos educativos que se realizan en instituciones educativas y aquellos que ocurren y deben ocurrir en todos los procesos, espacios y situaciones de la vida del país como parte de la gestión ambiental. Por supuesto los ministerios con competencia ambiental y educativa tienen que coordinar sus acciones, y esto se  ha venido realizando desde hace muchos años. 

En el fondo, la negación a aceptar la necesidad de generar políticas públicas en materia de educación y la participación ambiental es una expresión del desconocimiento y desprecio por los temas sociales. Situación que infortunadamente aún prevalece dentro de ciertos sectores de la sociedad venezolana, incluyendo el gubernamental, a pesar de la retórica a favor de los mismos.

Por supuesto, la DGEAPC  había caído en un letargo e ineficacia progresiva. Pero ello no fue responsabilidad de sus funcionarios a lo largo del país, sino de la pérdida de orientaciones y capacidad profesional, los escasos presupuestos y la falta de conocimiento en temas de educación ambiental de algunos de sus directores. De hecho, uno de los signos más significativos de la pérdida de capacidades fue el abandono de los procesos de seguimiento y articulación con  las grandes discusiones en materia de educación ambiental que están ocurriendo en nuestra región y del liderazgo que en estos temas Venezuela siempre había tenido. Esta desidia llegó al extremo cuando en el pasado Congreso Iberoamericano de Educación Ambiental, cuyo eje fue la Educación Ambiental Comunitaria, el Gobierno del Perú, anfitrión del mismo, realizó una invitación formal al MINAMB para que presentara la experiencia de Venezuela en este tema, invitación que no fue aceptada sin que aparentemente mediara ninguna razón.

Ahora hay una nueva oportunidad de rectificar esta situación. En el Decreto de creación del Ministerio de Ecosocialismo y Aguas se establecen las competencias del Viceministro de Ecosocialismo Ambiental las cuales  incluyen: ”Diseñar, impulsar y desarrollar planes, programas y proyectos orientados a la investigación, educación y divulgación para la promoción de la ética ecosocialista y la conservación y el uso sustentable de la diversidad biológica y sus componentes”. Aunque la redacción es para mí poco clara, pareciera que esta función permitiría que volviera a crearse la Dirección General de Educación Ambiental y Participación Comunitaria., y en tal sentido darle cumplimiento al artículo 107 de nuestra Constitución y al artículo 15 numeral 5 de la Ley Orgánica del Ambiente e incluso a la Estrategia Nacional de Educación Ambiental y Participación Comunitaria diseñada y aprobada en el MINAMB:

Por todo lo anterior, le pido que aproveche esta situación y promueva que el ministerio a su cargo  restablezca la DGEAPC de tal manera que puedan avanzarse en las políticas y acciones necesarias para educar y promover la participación de la sociedad en la solución de los problemas ambientales del país. 

Estoy seguro que en caso de que así lo decidiera, muchos apoyaremos las acciones positivas e incluyentes que se realicen a favor de lograr que sea garantizado nuestro derecho a ser educados ambientalmente.

En tal sentido, le sugiero que convoque de manera abierta a las Universidades,  ONG, movimientos sociales y comunicadores que realizan acciones de educación ambiental, los cuales en conjunto con las instituciones del Estado que tienen competencias en este campo podremos ofrecer propuestas para avanzar en este sentido.

Finalmente, es importante entender que sin educación, ni participación no podrá haber ni gestión ambiental eficaz, ni más Ecosocialismo que el nombre del ministerio.




Dr. Alejandro Álvarez Iragorry
Coordinador del Foro Venezolano de Educación Ambiental (Red FOVEA)
Animador Nacional de la Comisión de Comunicación y Educación (CEC) de la IUCN.
Miembro del Consejo Directivo de la ONG EcoJuegos

(Todas las opiniones que en esta carta se expresan son de mi absoluta responsabilidad y no comprometen a las organizaciones en las cuales participo)

10 jul 2014

Una escuela llamada Fundación Científica Los Roques



Imagen tomada de: http://fundacionlosroques.wordpress.com

Este es mi homenaje personal a la Fundación Científica Los Roques y su gente que a lo largo de toda su historia se convirtieron en el sitio perfecto para aprender sobre el mar y la gente del mar. En la actualidad el gobierno venezolano está exigiendo el desalojo de la Fundación de la Estación Biológica de Dos Mosquises en el Parque Nacional Archipiélago de Los Roques por razones desconocidas y sin ninguna valoración del extraordinario trabajo que ha realizado esta organización a lo largo de su historia.


I. La formación de ecólogos marinos

Hace 34 años yo era un estudiante de los últimos años de biología y me estaba formando como ecólogo marino: Me sentía casi un discípulo de Jacques  Cousteau el ídolo de mi infancia.

En agosto de ese año fui por primera vez a la Estación Biológica de Dos Mosquises en el Parque Nacional Archipiélago de los Roques, administrada por La Fundación Científica Los Roques.

En esa ocasión, junto con un grupo de estudiantes de diferentes universidades del país, hice mi primer curso de ecología marina en el campo. No frente a un pizarrón y viendo una diapositiva. Ni tampoco leyendo un “paper” técnico. Sino literalmente inmersos en la grandiosidad y diversidad de los ecosistemas marinos del Caribe.

Un año después tuve una segunda oportunidad de volver a Dos Mosquises, ahora a aprender Ecología de Arrecifes Coralinos. Este fue un curso intenso tanto en lo intelectual como en lo físico. Teníamos inmersiones diarias para hacer mediciones y observaciones en los arrecifes del archipiélago, para en la noche discutir los distintos aspectos que permiten entender la diversidad y complejidad de los ecosistemas más diversos y a la vez más sensibles de los mares tropicales.

Estas dos experiencias marcaron mi vida profesional. Me di cuenta que a pesar de que tenía una muy buena base educativa, me había faltado la disciplina, la experiencia y el contacto cotidiano con el mar y la gente que busca aprender del mar.

Pero además me permitió acercarme al conocimiento en un ambiente de excelencia educativa. Encontré que en mi país era posible la formación de profesionales como en las mejores universidades del mundo. Y además pude aprender y trabajar con investigadores de extraordinaria calidad y valor como científicos y docentes tales  como: Fernando Cervigon, Roger Laughlin, Joaquín Buitriago, Freddy Losada, Ernesto Weil y Juan Urich. De nuevo la excelencia no había que buscarla fuera, estaba en nuestro país y era convocada por la Fundación Científica los Roques.

En los años posteriores, cientos de estudiantes de varias universidades venezolanas tuvieron la oportunidad de formarse como ecólogos marinos en uno de los espacios de trabajo más importantes de nuestro país y una enorme cantidad de información científica nació de sus tesis y sus investigaciones profesionales.


II. La educación para la gente de Los Roques

Treinta años después ya como educador ambiental volví al Archipiélago de los Roques, ahora a hablar e interactuar con los estudiantes de las escuelas del Gran Roque y de la mano de Blanca Elena Machado, Coordinadora de Programas Educativos de la Fundación Científica Los Roques.

De nuevo, más que enseñar, regresé con aprendizajes y vivencias que me marcaron y siguen marcando.
De Blanca Elena aprendí, que la educación no es una profesión para únicamente ganarse la vida. Para ella, ser educadora es una misión y un compromiso con la gente de Los Roques y en particular con sus niños.

Creo que nunca había tenido la oportunidad de ver ejercer un apostolado por la educación como la que la mueve a mantener con enorme esfuerzo y paciencia su misión: la de conectar a los niños de Los Roques con la ciencia nacida en Dos Mosquises y en el resto del Archipiélago.

Pero no es sólo ciencia lo que ella lleva a los roqueños, sino amor por su comunidad y por la maravilla que le rodea. No es sólo verter en ellos conocimientos académicos, sino por el contrario devolverle el conocimiento que ha sido develado en los estudios científicos, para convertirlo en orgullo y sabiduría para defender su tierra y su mar. Por todo ello y más, es que no es casualidad que un plantel educativo en el Gran Roque lleve su nombre.

III. De los ecosistemas amenazados a las organizaciones amenazadas

Realmente será un día muy triste cuando se diga que ya la Fundación Científica Los Roques no podrá seguir haciendo esta labor educativa. En particular ahora cuando en el país se está hablando de “Calidad de la Educación”, y en este contexto ¿algunos gobernantes tendrán el valor de eliminar esta escuela científica y comunitaria que es y espero siga siendo la Fundación Los Roques? Y ¿Cuáles excusas tendrán frente a los profesionales que se formaron allí, a los estudiantes y en particular a los roqueños para desconocer este extraordinario legado educativo e impedir su desarrollo futuro?

Pase lo que pase, volveremos a Los Roques a aprender y a enseñar. Tengo la esperanza que será siempre en conjunto con la Fundación Científica Los Roques.



Este artículo fue originalmente publicado en el Portal de Desarrollo Sustentable. Agradezco la Fundación Tierra Viva y Alejandro Luy la oportunidad de escribir sobre mi experiencias con la FCLR.



13 sept 2012

¿Mamá? ¿Qué hay para comer? – Hijo, biodiversidad como siempre

Agricultor con lulo en la Colonia Tovar. Foto. A. Álvarez

Este artículo va dedicado a la memoria de Saúl Gutiérrez, que hace unas semanas atrás me pidió que le presentara unas ideas para divulgar y promover el uso sostenible de la biodiversidad venezolana en especial relacionado con la producción de alimentos.

Lamentablemente, no tuve la oportunidad de cumplir con su encargo, pero tengo la sensación persistente de que aún lo está esperando. Por eso reuní las ideas básicas sobre este tema, con la esperanza de, que esté donde esté, aún le resulten interesantes, y aún mejor, que a partir de su extraordinario empuje y generosidad podamos aportar propuestas y acciones útiles para el país.


Venezuela es un país megadiverso ¿y eso para qué sirve?

La diversidad biológica de Venezuela es una de las más altas del mundo. Esta frase ha sido repetida tantas veces, que ya parece que sólo quedó como dato curioso para promover el turismo nacional. Pero a la vez, infortunadamente, esta enorme riqueza parece no tener casi ninguna relevancia para una parte importante de los venezolanos.

Algunos pocos datos nos pueden servir para corroborar esta situación:

Para cualquiera de nosotros es notoria la poca representación de vegetales, carnes y otros productos de la diversidad biológica nativa en la dieta actual del venezolano, así como también es comprobable, la muy escasa y esporádica oferta de productos nativos en los mercados y supermercados.

Por otra parte, si pedimos  a cualquier persona que nombre alguna fruta de su preferencia, la mayoría mencionará la manzana, el durazno o la fresa y casi nadie recordará al semeruco, el jobo o al túpiro. Por otra parte, si preguntamos por fuentes de proteína la mayoría hablará de carne de res o pollo y muy raramente pensará en báquiro, iguana, guácara o morrocoy. Incluso, para un grupo de personas estas últimas menciones pueden parecerles inaceptables.

Igualmente, productos como la “miel de erica”, el culantro de monte y el merey pasado, por nombrar unos pocos ejemplos, son reminiscencias de un pasado perdido o productos con muy pocas posibilidades de conseguirlos en las grandes ciudades.

En contraste, en muchos países del mundo viene ocurriendo un movimiento dirigido a conocer, aprovechar y disfrutar de las posibilidades de la biodiversidad local desde el marco de la sustentabilidad.

Esta no es una idea utópica o romántica. El uso sustentable  de la biodiversidad local puede generar grandes beneficios económicos, ambientales, sociales y culturales a la población.

Esto se debe a varias razones: Por una parte, muchas de las especies locales tienen mejores rendimientos y valor nutricional que las especies tradicionalmente usadas para la producción de alimento. Igualmente, varias de ellas tienen un importante potencial económico, incluso como componente de una oferta de productos para exportación. Asimismo, las especies nativas permiten aumentar y asegurar la productividad local  al promover la diversificación e integración de varios rubros en producción en un mismo territorio.

Asimismo, las especies nativas están mejor adaptadas a las condiciones ambientales locales, por lo que pueden desarrollarse en áreas de baja productividad, toleran mejor las variaciones climáticas y su producción generalmente ocasiona un menor impacto ambiental.

De igual forma, las actividades de biocomercio con criterios de sostenibilidad pueden promover una mayor equidad y justicia en el reparto de los beneficios derivados de su explotación, favorecen la conservación del patrimonio biocultural de los pueblos originales, así mismo refuerzan y promueven nuestra identidad cultural.

Adicionalmente a todas esas ventajas, el uso sustentable de la biodiversidad local está interconectado con la seguridad alimentaria de la nación.

Este último concepto ha sido entendido como el acceso físico y económico de todas las personas a suficientes alimentos inocuos y nutritivos para satisfacer sus necesidades alimenticias y sus preferencias en cuanto a los alimentos a fin de llevar una vida activa y sana.

En tal sentido, el uso sustentable de la biodiversidad local puede favorecer que la población, incluyendo la de menores recursos económicos, tenga un mayor y mejor acceso a alimentos de buena calidad y bajo costo que no están condicionados por la influencia – frecuentemente perversa – de los grandes mercados mundiales de alimento.

Apostando a la biodiversidad

En función de esas realidades ¿Podremos lograr que en Venezuela se valore la biodiversidad como elemento promotor del desarrollo nacional? Y en particular  ¿conseguiremos consolidar nuestra seguridad alimentaria en base al uso sostenible de los recursos propios de nuestro territorio?

Lograr estos objetivos exigirá iniciar estudios que permitan:  identificar especies adecuadas, establecer programas de aprovechamiento, instaurar mecanismos que permitan financiar y facilitar la comercialización de las mismas, así como fijar normas de comercio justo que garanticen beneficios adecuados y equitativos a los productores.

En simultáneo, hay que establecer políticas claras, eficaces y continuadas que garanticen que la producción sea realmente sostenible y no una de las máscaras que han sido usadas para esconder la explotación indiscriminada, irresponsable y destructiva de la naturaleza.

Promoviendo la educación para la biodiversidad

Más allá de las acciones mencionadas, será prioritario establecer procesos educativos dirigidos a promover el desarrollo de una consciencia y una cultura ciudadana sobre la necesidad de conocer, aprovechar y cuidar nuestra biodiversidad.

Esta educación tiene que ir directamente a los distintos grupos de actores sociales – productores, industriales, comerciantes y consumidores – para ofrecerles información, motivación y herramientas que les permitan pensar y actuar de manera sostenible.

Estos programas deberán adicionalmente promover el conocimiento y gestión social de la biodiversidad local, revitalizar los saberes y prácticas locales sobre la biodiversidad, así como fortalecer la conservación de los patrimonios bio-culturales de las comunidades.

Igualmente, deberán promover la idea de que el modelo de consumo y alimentación que tenemos actualmente, basado en la importación masiva de productos exógenos, es totalmente insostenible y nos conducirá cada vez más al empobrecimiento económico, ambiental y cultural. Por el contrario, es necesario aprender cómo el uso sostenible de nuestra biodiversidad es un camino hacia la prosperidad y bienestar como nación.

Afortunadamente, ya algunos de estos procesos están en marcha. En particular la aparición de un movimiento creciente de cocineros venezolanos que buscan reivindicar los ingredientes y sabores nativos y crear el gusto y placer por consumir lo venezolano. Es notable que algunos de los mismos manifiesten claramente su compromiso con acciones enmarcadas en el desarrollo sustentable y la responsabilidad social.

Estos profesionales de la cocina no hablan por hablar. Para demostrar ello, transcribo una descripción de una demostración de cocina venezolana en un evento internacional realizada recientemente en Brasil:

“La cena se inició con un vuelve la vida presentado en frasco cerrado, con jugo de ají dulce y aire de galleta de soda, luego una ensalada de lau-lau con mayonesa de catara; para pasar a una pisca andina, con el huevo cocido mediante la nueva técnica de baja temperatura, y llegar al plato principal, báquiro con salsa de manaca y cremoso de yuca. Dos postres culminaron esta velada, en donde se sirvió un total de 810 platos: Bombón de piñonate con queso de cabra y confitura de merey paso; y un cremoso de chocolate, turrón y ron”.

Participando en la feria de la sustentabilidad

Quizás una comida como la antes descrita, no esté al alcance de nuestros bolsillos, pero la próxima vez que usted vaya a un mercado, busque y pida nísperos, parchas, chirimoyas, lulos, ciruelas de huesito, así como el mapuey, el cabello de ángel y las múltiples variedades de ají.

Foto. A. Álvarez
Cuando viaje, si va al sur del país, busque el copoasú, el túpiro, la manaca, el dulce de merey y deléitese con la catara de culo de bachaco. En los llanos busque el pavón, el curito, la cachama y las distintas variedades como se prepara el dulce de lechoza. En el oriente busque lairén, la cerecita (semerucos) y pruebe los mejillones carupaneros, la naiboa y los dulces de jobo y moriche. En Falcón pruebe el buche, el “vuelve a la vida” y el cocuy Pecayero. En Zulia no se olvide del dulce de icaco, los huevos de lisa, el cangrejo azul y pregunte por la sopa de armadillo. En Margarita busque donde  probar los “conos de erizo” o el “carite oreao”. Sí nos los consigue, también están el pastel de chucho y el hervido de chipichipi.

Condimente con culantro de monte y malagueta. Disfrute de una infusión de malojillo. Aprenda a conocer las plantas y animales comestibles de su tierra y rescate recetas antiguas de su familia.

Si tiene un espacio para sembrar, plante riñones (sí, riñones), zapotes, pendangas y jobos (los pájaros también se lo agradecerán).

Apoye el trabajo para establecer programas de producción y consumo responsable de la fauna silvestre. A través de ellos, quizás algún día consigamos carne de chigüire, baba, lapa y báquiro, y a los mercados lleguen pavas, patos silvestres, pavones, langostas y quiguas, todos criados de manera sostenible.

Finalmente, apoyemos entusiastamente los esfuerzos de los cocineros venezolanos que buscan imponer el sello “hecho en Venezuela” en la cocina internacional, así como a los que están innovando a partir de usar productos e ingredientes naturales del país. Será necesario igualmente acompañarlos en la tarea de manejar las complejidades de la producción y consumo sostenibles.

En fin, que la mesa está servida y sólo falta que usted se incorpore.



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