El siguiente artículo fue publicado en la Edición Aniversaria del Semanario Quinto Día aparecida el pasado 27 de noviembre. La misma recogió una serie de textos breves - y en tono positivo - sobre diversos temas los cuales buscaban responder a la solicitud de enviar "consejos a los gobernantes".
Ha pasado poco tiempo desde su publicación, pero ya algunos de los puntos tratados parece que se encaminan a un presente peor de lo esperado.
La película “Volver al Futuro II” de
1985 comienza con la aparición de un extravagante científico que dice venir del
futuro y le pide al protagonista que le acompañe de regreso para tratar de
evitar unos sucesos que aún están por ocurrir. La fecha objetivo: 21 de octubre
de 2015.
Si contáramos con los medios para
viajar, por ejemplo veinte años al futuro, ¿Cómo sería recordado el año 2015?
Vamos a poner nuestra máquina del tiempo en marcha para investigar sobre lo que
se vivió en ese momento.
Es casi seguro que cuando se revisen
los principales sucesos ocurridos ese año, el mismo estará marcado por
importantes acontecimientos ambientales. Ellos serán percibidos como hitos que definirían
el futuro de nuestro planeta y nuestro país.
Iniciaríamos la cuenta en el mes de
mayo con la publicación de la Encíclica Papal “Laudato Si´”. En ese documento el Papa Francisco hace un vehemente
llamado a la acción por la protección de
nuestra “Casa Común”. Asimismo, critica el consumismo y la codicia y exhorta a
lograr una acción colectiva para actuar contra el cambio climático.
Más adelante, en el mes de
septiembre, la Asamblea General de las Naciones Unidas estaría aprobando el
documento “Transformar nuestro mundo: la
Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”. El mismo contiene 17 objetivos
y 169 metas dirigidos a orientar los esfuerzos de desarrollo global. Un
elemento resaltante de estos Objetivos de Desarrollo es que los temas ambientales
atraviesan toda la Agenda, por lo que la dimensión ambiental se convierte en
uno de los ejes principales de este compromiso mundial.
Luego, a finales de año, en París se
realizaría la Conferencia de las Partes
de la Convención Marco de Cambio Climático de las Naciones Unidas. En ella se estaría
alcanzando un nuevo acuerdo para regular la emisión de gases causantes del
calentamiento global. Asimismo, esta Conferencia obtendría otro resultado
importante: El compromiso voluntario de 146 países del mundo de disminuir según
sus posibilidades la emisión de estos gases en sus territorios y procesos.
Quizás también se recuerde el año
por un hecho adicional: El haber alcanzado un nuevo record en las temperaturas del
planeta. Un dato que debería habernos recordado que caminábamos hacia un posible
desastre ambiental.
Y en Venezuela ¿qué estaba
ocurriendo en materia ambiental ese año?
Las noticias no serían buenas: Se
había eliminado el Ministerio del Ambiente, uno de los organismos pioneros en
políticas de gestión ambiental en el mundo. Más adelante en el año se crearía
un nuevo ministerio llamado de Ecosocialismo y Aguas cambiando el foco de la
gestión ambiental a la doctrina política del momento.
En paralelo, la situación ambiental
del país sería preocupante: Un estudio indicaría que más del 39% de los hogares
venezolanos no recibían agua de forma regular. A la vez que se multiplicaban
las denuncias por la mala calidad del agua distribuida en las redes de
acueductos. Asimismo, el resultado de un trabajo realizado en toda la Amazonía
revelaría que Venezuela era el único país de la región donde la deforestación de
sus bosques amazónicos estaba aumentando. La minería ilegal de oro en la
Guayana seguiría con su secuela de devastación, contaminación, enfermedad y
destrucción de las culturas indígenas. Surgirían nuevas amenazas sobre las
Áreas Bajo Régimen de Administración Especial, incluyendo Parques Nacionales
protectores de nuestra biodiversidad e importantes productores de agua y
electricidad. Asimismo se multiplicarían las obras públicas realizadas sin
respetar las normas constitucionales y legales de control ambiental. Ese año Venezuela
no aportó ningún compromiso, ni mostró avances en materia de cambio climático.
Y, sin agotar la lista, se mantendría un grave conflicto entre los funcionarios
del extinto ministerio del ambiente y las autoridades del nuevo ministerio.
Afortunadamente no todo serían
malas noticias: Diversas organizaciones, instituciones y personas estaban
haciendo esfuerzos por mejorar la conciencia ambiental de la ciudadanía,
establecían programas de reciclaje, apoyaban la conservación de la
biodiversidad, promovían emprendimientos basados en los principios de la
sustentabilidad, investigaban y articulaban el conocimiento científico en
materia de cambio climático, entre otras acciones. Todo ello a pesar del
entorno político y económico extremadamente difícil de ese momento.
Dado este panorama, cuáles podrían
ser los consejos que esos viajeros en el tiempo podrían dar a nuestros gobernantes.
El primero, y quizás más
importante, sería no perder la oportunidad que representan los Objetivos de
Desarrollo Sostenible aprobados por las Naciones Unidas. Ellos pueden actuar
como lineamientos que orienten una Agenda Nacional encaminada a redefinir
nuestro modelo de desarrollo. A la vez, a corto plazo, servirían para encauzar las
acciones de los organismos venezolanos con competencias ambientales.
Esta oportunidad ha sido ya señalada
por el Presidente de la República. El cual, al regresar de su participación en
la Asamblea General de las Naciones Unidas, convocó “a todos los sectores del
poder popular a conocer y estudiar los 17 Objetivos de Desarrollo Sustentable”.
Asimismo, pidió la realización de un debate nacional sobre los mismos, así como
incorporarlos al Plan de la Patria.
Este “debate para la acción”, como
el mismo presidente lo definió, pudiera ser una oportunidad extraordinaria para
lograr una alianza nacional amplia, inclusiva y abierta por un desarrollo justo,
democrático y responsable de nuestra nación.
El debate debe hacerse sin
sectarismo ni exclusiones, respetando el derecho de todos los ciudadanos a
participar de manera protagónica y eficaz en la construcción de nuestro futuro
como país.
Mientras esta discusión se realiza,
es urgente que el Ministerio de Ecosocialismo y Aguas diseñe, revise o reactive
acciones adecuadas para la solución de los problemas ambientales del país. Estos,
al menos, deben incluir: el control de contaminantes y otras fuentes de daño ambiental,
la protección efectiva de especies y ecosistemas, la gestión integral de
cuencas y los planes de ordenamiento del territorio. Asimismo debe liderar el
diseño de planes nacionales para la mitigación y adaptación al cambio
climático, así como coordinar un programa nacional de educación ambiental sin
apellidos partidistas.
También será necesario que la
Asamblea Nacional se incorpore a esta acción. Se necesita promover leyes que le
den piso legal a la lucha contra el cambio climático y revisar las normas ambientales
que estén desfasadas o son ineficaces. Igualmente será preciso promover el uso
de los presupuestos nacionales como herramienta para impulsar las prioridades
que surjan de una Agenda Nacional Ambiental en el marco de los Objetivos de
Desarrollo Sostenible.
Los ciudadanos igualmente
necesitamos activarnos y trabajar para defender nuestros derechos ambientales y
de participación, así como promover acciones y procesos de articulación y
diálogo y actuar como contralores de las acciones que se realicen.
El futuro de Venezuela puede ser
promisorio para todos sí asumimos nuestro territorio y sus recursos naturales
con conocimiento, responsabilidad y sensatez, pero también puede ser de mayores
dificultades y limitaciones, especialmente para la población de menores
recursos, si dilapidamos esta oportunidad.
No es necesario viajar en el tiempo
para comprender estas opciones y actuar en consecuencia.
Mi agradecimiento a la periodista Leni Ramírez por la oportunidad y el apoyo en la redacción de este artículo.
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