13 ene 2018

De Puerto de Hierro a Stavanger: La travesía de la conciencia de Venezuela





El escritor venezolano Golcar Rojas en su artículo ¿Dónde queda Venezuela? afirmó que “Venezuela es un país desperdigado por el mundo”.

En este momento esa afirmación parece rigurosamente cierta. Tengo familiares y amigos viviendo en al menos 24 países.  Y pareciera que esta centrífuga no fuese a parar y por lo contrario que su giro se acelera.

Por otra parte, quisiera creer que las apreciaciones de ese autor sobre lo queda de Venezuela no son tan incontrovertibles, y que aún somos un poco más que “una republiqueta de vivos, sicarios y malhechores”.

En particular me gusta fantasear con la idea de que los que aún estamos aquí, por cualquier razón, somos los depositarios de la idea de un país que fue, y más importante, del que seremos cuando dejemos atrás “este pozo de plomo y sangre, este luto en gerundio, este llanto que no cesa”.

Quizás por esa esperanza  que aún guardo arrugada en la cartera, me resultan tan importantes las historias que nos cuentan este país desde otras perspectivas. Una de ellas es la mirada de los venezolanos que ahora viven “desperdigados por el mundo”.

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Tengo una amiga que nació en Puerto de Hierro, estado Sucre. Esta es una población localizada al extremo oriente del país, al sur de la península de Paria, cerca de Güiria. Es decir, que como canta Cecilia Todd es “la tierra donde amanece más temprano”.

Más tarde, en Barquisimeto, la ciudad de los crepúsculos. creció, se hizo profesional y tuvo una hija. Su vida transcurría teniendo como escenario la luz y el calor del trópico.

Como muchos venezolanos, a lo largo de su vida se tuvo  que comer las verdes y las maduras. A pesar de ello, al fin los caminos parecieron abrírsele y comenzó a tener una vida, a ratos dura, pero satisfactoria en muchos otros aspectos.

Pero un día, ya las cuentas de la vida no le salieron completas y a la inseguridad le crecieron los dientes. Decidió emigrar a España, la tierra de sus padres. Se convenció que le compraba un futuro a su hija.

Su vida de migrante no fue esa novela rosa de las que cuentan de venezolanos conquistando el mundo. Menos para alguien mujer y "sudaca" en un país en crisis económica. Resistió como gata panza arriba por un tiempo, pero luego tuvo que tomar otros rumbos.

Para hacer la anécdota corta, les cuento que luego de muchos avatares, que incluyó vivir en Kenia, terminó recalando en Noruega. En este momento vive en Stavanger. Una hermosa ciudad portuaria al sur de ese país marcada por el frío y la nubosidad permanente.

Esta realidad es dura para una hija del sol como mi amiga.

Ella me cuenta que uno de los aspectos naturales que más extraña de Venezuela es “la maravillosa opción de ser uno quién busca el clima y no al revés”. Y sigue: “Era tan divino ir a Los Andes si uno estaba harto de calor” o “a la playa si uno quería bañarse en ella en diciembre”…  Finalizó su comentario diciendo: “una de las cosas que más me cuesta es adaptarme al clima. Aún no lo consigo.”

Estas palabras son todo un discurso sobre un tema que no es obvio para los venezolanos: que en esta zona del mundo el clima es tan benigno que raramente tenemos que preocuparnos por estaciones, por la temperatura del día o la ropa que debemos usar y que la luz solar es la poderosa protagonista de cada día.

Las reflexiones de mi amiga me recordaron haber oído en mi infancia a emigrantes que llegaban a Venezuela que decían que la tierra en este país era tan fecunda que se podían echar semillas en cualquier parte y estar seguros que nacerían las plantas y darían frutos.

No por otra razón Colón, en su primer contacto con tierra firme en este continente, al pasar por las costas de Paria, las llamó “Tierra de Gracia” al considerar que había llegado al Paraíso Terrenal.

Venezuela como país estuvo marcada por esas señas ambientales y en su interior crecieron “La Ciudad Jardín”, la de la “Eterna Primavera”, "La Tierra Donde Nace El Sol" o se nombró una región como la “Tierra del Sol Amada”.

Estas percepciones hablan de las extraordinarias características y posibilidades del ambiente y la Naturaleza en este rincón del mundo.

Hace muchos años, ciertos “intelectuales” manifestaban que el clima suave y la naturaleza fértil de las tierras tropicales generaban que sus pobladores nativos fueran  perezosos y con muy baja capacidad intelectual y moral. A esas opiniones las llamaron “determinismo geográfico”.

Los defensores  de estas ideas nunca entendieron el papel fundamental  de los ecosistemas tropicales sobre toda la vida de la Tierra y mucho menos la muy importante labor de sus habitantes como guardianes y usuarios responsables de esas riquezas. Su racismo les impedía acceder a esta comprensión.

Infortunadamente los grupos de poder que han dominado el territorio de Venezuela tampoco lo entendieron.

Como lo describió Cabrujas: Se han comportado como mineros, usando el país como un mero campamento temporal que se habita únicamente mientras haya riqueza que explotar.

Por ello no tuvieron ni buscaron formar conciencia de país, ni arraigo, ni amor por el mismo. Bajo esta visión los venezolanos crecimos sin cultura ambiental y con una visión lejana de su naturaleza.

Esa visión perversa ha alcanzado su punto más alto. En nombre de la “revolución” y bajo el pote de humo de un "ecosocialismo” de pacotilla, nos dicen que hay que exprimir las riquezas minerales del país. Nos hablan de toneladas de oro y de pagar con diamantes y “petros”, pero no de los costos ambientales y humanos de esa falsa riqueza. Para lavarse la cara por esos crímenes balbucean palabras vacías sobre la  protección ambiental y el respeto por las comunidades indígenas.

Al final pretenden convertir a  toda Venezuela en una cantera en explotación.  Ello hasta dejar sólo la ruina y la desolación de las minas abandonadas.

Yo no me resigno a ello, ni renuncio a mi país.

Estoy seguro que muchos tienen el mismo sentimiento, pero a la vez, algunos piensan que no es posible hacer nada contra un gobierno opresivo y sordo a todo reclamo.

Pero el verdadero enemigo no es el gobierno sino el miedo. A ese monstruo implantado le acompañan el individualismo, el aislamiento y la creencia que nuestras acciones no valen la pena.

Por ello, creo que los venezolanos que aún estamos aquí tenemos que promover la participación y la organización para hacer acciones de denuncia y repudio a la destrucción de nuestro país.

A la vez, los de afuera: se pueden organizar para denunciar los negocios turbios que se hacen a partir de la destrucción del patrimonio natural de los venezolanos y del mundo; exhortar a los gobiernos, de los países donde se encuentren, que no participen en esos negocios y reclamar a las instituciones ambientalistas internacionales a que se manifiesten y exijan el fin de la destrucción del país.

En Stavanger, existe un monumento que marca el inicio de Noruega como país. Son tres espadas clavadas en la roca. Marcan el final de una guerra y el inicio de la paz, ya que las espadas no pueden ser removidas de su lecho de piedra.

Llegará el momento en que en Venezuela clavaremos las espadas de la guerra en la roca más sólida. Ese también será el momento del despertar de la conciencia de que vivimos en un territorio que nos puede dar los recursos  que necesitamos para cubrir todas nuestras necesidades, siempre que actuemos a partir del respeto y trabajo conjunto con la Naturaleza.

Aún mejor, lo haremos en Venezuela el lugar más sabroso y hermoso que existe en este planeta.

3 comentarios:

  1. Querido Alejandro gracias por este maravilloso articulo, como quiero que esas espadas se claven y no se muevan, seria feliz si en el futuro la espada de Bolivar se olvidara!
    Y com tu amiga yo tampoco me he acostumbrado al clima templado después de mas 30 años fuera de Venezuela. Cuando conocí a mi esposo hace una treintena de años siempre le decía que lo perfecto de Caracas era el clima. El no me creía hasta que visitó Venezuela, ahora es el que lo dice. Las fiestas navideñas las pase entre penumbras en Berlin donde vi el sol solo 3 horas en 2 semanas y en Montreal donde las bajas temperaturas batieron records...y frecuentemente me vino a la mente el majestuoso Avila, y el calorcito a veces agobiante en un carrito por puesto. Suerte, resiste y desde la distancia siempre contigo.

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  2. Gracias por la crónica. También he sido un febril añorante del sol oriental mientras viví bajo el gris espeso y permanente de la Bretaña francesa, por lo cual me es muy fácil comprender como la amiga "puertohierrera" o como María González, que la estabilidad y la prosperidad sin sol no tienen el mismo sabor...como un sancocho sin ají dulce...
    Así como tenemos el privilegio de buscar el clima y no al revés, debemos entonces buscar nuestro futuro aquí y no al revés, como es la pretensión de la claque gobernante, corrupta e ineficiente, que quiere taparnos el sol por siempre.

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  3. Querido Alejandro, gracias por tus maravillosos artículos,
    todos con un mensaje alentador y reflexivo. Igualmente quiero felicitarte aunque tarde por el Día del Ambiente como admiradora que soy de tu intenso y estupendo trabajo y dedicación para que sean escuchadas tu voz y las voces de los luchadores por el ambiente. Adelante siempre eres un gran ejemplo para esa juventud que tan acertadamente has venido orientando desde hace tantos años.

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