Foto: Diario Contraste |
Hoy vengo a hablar de uno de mis sueños. En particular de una idea que en este momento de Venezuela suena totalmente desquiciada: Volver a ver en Venezuela un gran movimiento de educación y educadores y educadoras ambientales tal como lo tuvo hace unos 30 años atrás.
Realmente necesitamos ir hacia esa meta, pero no con la mirada puesta en el retrovisor, sino en lo que nos hace falta con urgencia ahora.
Cuando empecé a trabajar como educador ambiental, allá por los años 80, ya Venezuela había logrado en muy poco tiempo en convertirse en uno de los primeros países de la región que incorporó la educación ambiental en casi todos los niveles de la enseñanza formal. Pocos años después más de 200 organizaciones ambientalistas declaraban estar realizando programas educativos ambientales en todo el país.
Sé que no todo fue bueno y que además nos dormimos en esa forma de letargo venezolano de creer que ya habíamos llegado a la meta, cuando en realidad apenas habíamos comenzado a caminar.
Y así la educación ambiental fue rodando hacia la ineficacia, la ingenuidad y finalmente a la crueldad.
Luego en los últimos veinte años el gobierno la fue empujando al sótano más profundo del abandono, el olvido y la mediocridad. Y, ahora, junto con el resto de la educación está siendo demolida sistemáticamente por el propio gobierno.
¿Les suenan demasiado duras estas opiniones?
Infortunadamente la realidad es más dura que mis opiniones.
Si, fuimos ingenuos creyendo que estábamos haciendo lo suficiente en materia educativa, mientras que todos los problemas ambientales fueron empeorando. Tan ingenuos que creímos que enseñar conceptos ecológicos era suficiente.
Más recientemente pasamos de la ingenuidad a la crueldad: ¿O no es crueldad enviar mensajes de austeridad en el uso del agua y la electricidad, de la necesidad de conservar el ambiente y de reciclar los materiales, en un país donde para la gran mayoría de la población el agua en tuberías es un privilegio impensable, donde los desechos se acumulan en las calles y las riberas de los lagos, ríos o mares, donde frecuentemente el único combustible es la leña y el alimento es el que te puedes procurar de cualquier manera?
Fuimos aún más ingenuos cuando dejamos la educación ambiental extraescolar en manos de "recreadores" que nunca entendieron de objetivos ni contenidos ambientales en busca de una educación “divertida” pero que nunca fue transformadora.
Asimismo, no reaccionamos a que el ministerio del Ambiente fuese eliminado y sus restos fuesen convertidos en un ente inútil. Tampoco cuando fue eliminada la Dirección General de Educación Ambiental y Participación Ciudadana y sustituida por un espectro sin voz, ni acción.
Vimos cómo los programas educativos de educación primaria y secundaria fueron transformados en recipientes rotos vacíos de todo propósito sensato. Programas que no sólo empujan al país hacia una profunda des-educación, sino que son totalmente incapaces de formar a nuestros niños, niñas y adolescentes con las más mínimas habilidades para actuar de manera consciente y responsable en materia ambiental. Por favor pregúntenle a cualquier bachiller recién graduado qué ha aprendido sobre aspectos básicos de su realidad ambiental.
Pero lo peor fue que actualmente asistimos a la demolición de todo el sistema educativo nacional. Sistema que necesitó más de sesenta años en convertirse en el principal proceso de ascenso social de las clases populares y motor del desarrollo nacional.
Y como consecuencia, en todo el país, particularmente en las instituciones dirigidas a los grupos más necesitados de educación, vemos como educadores empobrecidos al límite abandonan las aulas, esas que sólo contienen niños hambrientos, localizadas en edificaciones en ruinas. Y en el otro extremo educativo, las universidades públicas aún libres son estranguladas económica y legalmente. Eso en el mejor de los casos, porque la Universidad de Oriente y otras instituciones universitarias están siendo demolidas con saña por la acción criminal de delincuentes con apoyo y anuencia gubernamental.
Estamos frente a una catástrofe educativa nacional.
Frente a esta situación es válido preguntarse ¿de verdad necesitamos de la educación ambiental?
Eso suena a pregunta capciosa. Ya que por supuesto necesitamos más que nunca educarnos para poder tener como país, como comunidades y como personas respuestas eficaces ante los desafíos de un mundo que está empeñado en una carrera de destrucción del ambiente.
Más aún, en un país que sufre la mayor crisis ambiental en su historia como nación. Crisis que pone en peligro la vida, la salud y la economía de los pobladores del país no sólo en la generación presente, sino en las futuras.
Es válido decir que sí nuestra nave se está hundiendo es tarde para empezar a aprender a nadar. Yo estaría de acuerdo. Perdimos mucho tiempo valioso en el que los venezolanos no nos educamos en temas importantes para nuestra supervivencia. Pero en aún en el medio de una emergencia podemos aprender cosas muy importantes. Por ejemplo, a ponernos los salvavidas correctamente.
¿Y cuáles son los salvavidas en este caso?
Al igual que en el resto del mundo, hay grandes temas ambientales que son urgentes de atender: La crisis de agua potable, la pérdida de la diversidad biológica, la contaminación que se infiltra en todos los componentes de la biósfera, las amenazas de las catástrofes socio-ambientales y por supuesto la crisis climática.
¿Y eso no es demasiada materia para aprender justo antes del naufragio?
Claro que lo es sí pensamos en términos sólo de trasegar toneladas de conceptos en las mentes de los estudiantes y el resto de la ciudadanía.
Hay que pensarlo en los términos estratégicos del aprender haciendo y del aprender para hacer.
Necesitamos formarnos en habilidades para el uso responsable del agua, el conocimiento, valoración y uso sostenible de los ecosistemas locales (incluyendo los ecosistemas urbanos) técnicas de producción sostenible de alimentos, control local de las causas de la contaminación, técnicas para la gestión de riesgos y estrategias para la adaptación al cambio climático.
Adicionalmente, procesos complementarios como comunicación efectiva, técnicas de evaluación de la realidad ambiental, participación para la solución comunitaria de problemas y sobre todo la valoración y desarrollo de la democracia como eje principal de la construcción de sociedades responsables y sostenibles.
Y esa formación la tenemos que llevar a todas partes, con estrategias específicas para cada grupo.
Hay que educar a comunidades, empresas, sindicatos, medios de comunicación, partidos políticos, instituciones estatales y hacerlo en todas partes donde los venezolanos estemos y actuemos.
Será importante iniciar esa acción educativa priorizando los grupos más vulnerables: campesinos, personas con limitados medios económicos, comunidades indígenas y mujeres, de tal manera de que adquieran habilidades para superar los problemas específicos que los afectan.
Y todo ello tenemos que hacerlo en el marco de una educación integral, dialógica, ética, centrada en la gente y sus contextos. Es decir una educación dirigida a aprender a vivir bien y a habitar el mundo con responsabilidad, paz y armonía.
Para lograr estos propósitos necesitamos tener docentes formados, comprometidos, a la vez que protegidos y valorados.
También es importante que se establezcan políticas educativas coherentes que fortalezcan todo el sistema.
Finalmente sería importante que para lograrlo estemos todos de acuerdo en empujar todos con la convicción de la educación es el verdadero salvavidas de nuestro país y nuestra gente.
Ya ven que cuando me da por soñar lo hago en grande. Soy ambicioso cuando sueño el futuro de mi país.
¿Pero de qué estoy hablando sí más atrás dije que la educación, toda ella, estaba siendo demolida?
Esa pregunta me golpea en cada momento y no tengo respuestas sencillas para ella.
Lo que sé es que, en cada momento de crisis de la humanidad algunos creyeron que era posible vivir, convivir y desarrollarse de otra manera. Esas personas estaban convencidas que la dignidad humana podía y debía prevalecer por encima de la opresión, la guerra y la codicia.
Todos ellos comenzaron con un sueño, con una idea, a veces vaga. Frecuentemente con un sentimiento profundo de indignación. Ellos compartieron sus ideas y lucharon por lograr los cambios. Cambios que a veces no vieron. Y que al final los que buscaron transformar las situaciones adversas con persistencia, valor y honestidad consiguieron conseguir las grietas en los sistemas de opresión y muerte y a través de ellas lograron avanzar y crecer fuera de sus muros.
También sé que la educación es a la vez el método, el objetivo y el derecho. Que se trabaja por la educación educando.
Y además que estoy dispuesto a empujar el cambio y hacerlo posible en el marco del logro de la re-democratización de Venezuela. Y estoy dispuesto a ello aunque no lo vea concretarse.
¿Están ustedes?
(*) Desde hace varios años un grupo de persona se convenció de la existencia de un Día Internacional o Mundial de la Educación Ambiental y que ese se celebraba el 26 de enero de cada año. Aunque esto no es verdad, la creencia sigue firme. En mi caso terminé como el Sombrerero Loco de Alicia en el País de las Maravillas, que afirma que hay una sola fiesta de cumpleaños cada año, pero podemos celebrar 364 fiestas de No-cumpleaños. Por ello, aunque no exista un día oficial de la educación ambiental puedo celebrar su no-día de la educación ambiental cualquier día que el entusiasmo popular lo indique. Sí les interesa saber sobre por qué digo que no existe un Día Internacional o Mundial de la Educación Ambiental pueden revisar mis artículos publicados en este Blog todos los 26 de eneros desde el año 2012.